La Teoría Crítica, producto de la llamada Escuela de
Frankfurt, puede definirse como un ejercicio crítico multidisciplinario de la
realidad desde la parcela marxista llevada a cabo, principalmente, en las décadas
de los 30’s y 40’s del siglo XX. Caben algunas especificaciones: aunque
Horkheimer creó los ejes sobre los que se desplazaría la Teoría Crítica, la pluralidad
de autores hicieron muy difícil la construcción de un solo sistema homogéneo o
cohesionado de forma perfecta. De ahí que más que doctrina o sistema, el
ejercicio crítico de la Escuela de Frankfurt pueda considerarse como una
corriente. La Teoría Crítica abordó desde una óptica filosófica los campos de
la psicología (un cuestionamiento acerca del hombre) y la sociología (una
visión marxista de la sociedad), integrados mediante la economía (siguiendo la
visión propia de Marx). Finalmente, aunque retoman a Marx, rechazan su dogmatización
o fetichismo, propio del materialismo dialéctico de inicios del siglo XX y la
Segunda Internacional.
La Modernidad se consolidó con la Revolución Francesa, la
cual impulsó a la razón ilustrada, pero a la par que ésta, llegó la
industrialización que reemplazo al campesino feudal por el obrero, el
capitalismo salvaje y el imperialismo colonialista. Todo esto redundando en la
pobreza de grandes sectores del mundo, que empezaba a ordenarse de acuerdo a
una “lógica” de norte – sur. Ante tal panorama, y luego del esfuerzo de Marx
por mostrar una alternativa viable ante tales vicisitudes (que en mi opinión
carece de todo viabilidad), los frankfurtianos se decidieron a realizar una
crítica de la realidad con la intensión
de enmendar las cosas. En un primer momento, podemos ver a la Escuela de
Frankfurt como un intento serio por retomar los hilos racionales que habían
sido entretejidos a partir de la Ilustración, es decir, darle continuidad (o
mantenimiento) al proyecto moderno, pero desde la sólida crítica elaborada por
Marx.
Aunque en un principio los frankfurtianos defendieron la
racionalidad propia de la modernidad, terminaron por descubrir otra faceta de
la misma, ya presente incluso en la racionalidad ilustrada: el instrumentalismo
de la razón. Ya Marat y Robespierre, con sus carnicerías contra los enemigos
del régimen, habían mostrado los alcances de una contradictoria razón
cosificadora. Una vez concluida la Segunda Guerra Mundial y después del llamado holocausto, los
frankfurtianos, en especial Adorno y Horkheimer, se desilusionaron (cabe
preguntarse por qué no desde los gulags y las purgas stalinistas) ante el uso
irracional de la racionalidad, de forma que la modernidad perdió su sello de
optimismo y la Teoría Crítica fue perdiendo su ímpetu inicial. La razón, pues,
podía manifestarse no sólo en formas diversas, sino contradictorias.
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