El criticismo, en términos generales, puede definirse
como “la posición filosófica general que, considerando que el conocimiento es
posible, trata de dar razones y de establecer rigurosamente los fundamentos del
mismo” (Martínez Liébana, 1999, p. 115). En Kant, el criticismo asume la forma
de una epistemología contraria a Hume y su escepticismo fundado en el empirismo
moderno. La importancia histórica de esta nueva propuesta filosófica consiste
en que la razón termina por volcarse hacia sí misma, antes de volcarse al
mundo, cognoscible o no. Aunque ya Descartes y Locke habían comprendido esto,
es Kant quien culmina esta característica del pensamiento moderno, sentando las
bases para un nuevo modo de filosofar. El mismo Kant estaba consciente de la
revolución copernicana que significaba el análisis de la razón que emprendió en
la Crítica de la Razón Pura, y lo
describió así:
Por tal no
entiendo una crítica de los libros y de los sistemas, sino de la facultad de la
razón en general, respecto de todos los conocimientos a que ésta puede aspirar
independientemente de toda experiencia; por lo tanto, la crítica resuelve la
posibilidad o imposibilidad de una metafísica en general, y determina, no sólo
las fuentes, sino también la extensión y límites de la misma; todo ello,
empero, por principios. (Kant, 1998, p. 6)
Como ya se mencionó, Kant elaboró su epistemología a partir
de lo realizado por Hume, tratando de superar su escepticismo; sin embargo,
esto no significa que acepte la posibilidad del conocimiento sin experiencia.
Kant deberá rescatar la experiencia como fuente del conocimiento, pero sin caer
en el escepticismo absoluto en que desembocó la postura humeana. Por una parte,
hay juicios cuyo predicado no aporta nada al sujeto y Kant los llama
analíticos; estos juicios no amplían nuestro conocimiento. Por otra parte hay
juicios cuyo predicado no está presente en el sujeto, y serán los juicios que
construyan nuestro conocimiento; a ellos los llamó juicios sintéticos. También
distinguió entre un juicio a priori, aquel que no requiere de la experiencia, y
un juicio a posteriori, el cual requiere de la experiencia. Pero a partir de
aquí Kant se irá separando de lo propuesto por Hume, al afirmar que existen los
juicios sintéticos a priori (juicios que crean nuevo conocimiento y que no
dependen de la experiencia). De existir este tipo de juicios, deberemos de
reconocer que “aunque la experiencia sensible es una condición necesaria del
conocimiento, no es una condición suficiente” (Hartnack, p. 21). Una aserción
sintética a priori significará un conocimiento universalmente válido, de
acuerdo a la naturaleza humana, y necesariamente verdadero, pues cae en el
ámbito de la lógica, es decir, no es falseable.
Para estudiar este tipo de juicios, Kant estudiará en la
estética trascendental si acaso son posibles los juicios sintéticos a priori en
las matemáticas; en la analítica trascendental si son posibles los juicios
sintéticos a priori en la física y, finalmente, en la dialéctica trascendental,
si son posibles los juicios sintéticos a priori en la metafísica. Este será el
programa eje de la Crítica de la Razón Pura.
Tras establecer las dos intuiciones puras de la razón, el espacio y el tiempo,
Kant afirma que juicios tales como “7+5=12” o “una línea recta es la distancia
entre dos puntos”, son juicios sintéticos a priori. Éste último sustentado en
la intuición pura del espacio, y aquél otro, en la del tiempo. A su vez, los
principios lógicos que constituyen las categorías del entendimiento, nos
permiten construir juicios sintéticos a priori tales como “la cantidad de
materia de un objeto es constante” o “la fuerza que ejerce un cuerpo sobre otro
es igual a la fuerza que el segundo ejerce sobre el primero”.
En cuanto a los juicios sintéticos a priori en la
metafísica, Kant nos dirá que no son posibles, sin embargo, tendemos a insistir
en ellos, a pesar de carecer de intuiciones al respecto. A esto es a lo que
Kant llamó ilusiones trascendentales, y son el efecto de la constitución misma
de la razón pura, que Kant explicó así:
“en
nuestra razón (considerada subjetivamente, como una facultad humana de conocer)
hay reglas fundamentales y máximas de su uso, que tienen la autoridad de
principios objetivos, por donde sucede que la autoridad subjetiva de un cierto
enlace de nuestros conceptos, para el entendimiento, es tomada por una
necesidad objetiva de la determinación de las cosas en sí mismas.” (Kant, p.
167)
Esta necesidad del hombre por objetivar la metafísica se
da por tres raciocinios dialécticos o sofismas: el paralogismo trascendental
que infiere la absoluta unidad del sujeto a partir de su concepto; la
antinomia, que infiere “la unidad incondicionada de las condiciones objetivas
en el fenómeno” (Kant, p. 196); finalmente, el ideal, que infiere la existencia
de causas no causadas, apegándonos a su expresión aristotélico-tomista.
Fuentes
Hartnack, Justus (2006). Teoría del conocimiento de Kant (9ª
ed.). Madrid: Cátedra.
Kant, Immanuel (1998). Crítica de la razón pura. México:
Editorial Porrúa.
Martínez Liébana, Ismael
(1999). Fundamentos de Filosofía (1ª
ed.). Madrid: ONCE.