martes, 27 de diciembre de 2011

Sobre la Eutanasia

Siguiendo en una tesitura de reflexión ética, me enfrento ahora a otro de sus típicos temas de debate: la eutanasia, término que viene del griego y significa buena muerte. Hoy en día es difícil definir el término pues presenta varias ambigüedades debido a que se ha dividido en, al menos, tres diferentes vertientes.
 
Por una parte, tenemos la noción de permitir la muerte de alguien, que hace referencia a cuando se rehúsa el inicio de un tratamiento médico cuando no hay una cura posible. Naturalmente, estamos partiendo de la idea de que es el paciente, en pleno uso de sus facultades quien decide y autoriza el rechazo de cualquier tratamiento (que por lo regular es invasivo y socaba la posibilidad de gozar de una vida plena). Ante esta primera forma de eutanasia, se suelen oponer dos grandes argumentos de cierto peso: que la medicina podría dar con una cura en el tiempo en que el paciente es tratado y su vida alargada; el otro es que un médico no puede rehusarse a tratar a un paciente. En el caso del primer argumento, se dice que un enfermo debe decidir sobre alargar una vida que considera penosa y/o dolorosa porque esas maravillosas instituciones, verdaderas almas de la caridad, que son las farmacéuticas, están en la afanosa labor de erradicar las más terribles enfermedades (no de lucrar con el sufrimiento ajeno) y, quizá, en algún momento, den con la cura que el paciente debería esperar postrado en una existencia carente de plenitud. El segundo argumento es como una versión kantiana de la labor médica. Aunque el paciente esté en contra, el médico debe buscar la manera de ayudarlo, porque es precisamente el médico el que decide el significado de “ayuda”. Sus vastos conocimientos en anatomía, farmacología, pediatría, patología, y un largo etcétera, los califica para definir el concepto que los demás deban tener de “ayuda”…
 
Una segunda vertiente es la muerte asistida, que consiste en tomar acciones directas para terminar con la vida de un enfermo que así lo ha solicitado. Es, en otras palabras, ayudar a que un enfermo se suicide. Partiendo de que el enfermo que lo solicita lo hace en pleno uso de sus facultades mentales y no como mero efecto de depresión, podemos visualizar cuatro argumentos en contra de este tipo de eutanasia: que solicitar una muerte asistida es irracional por definición; la muerte asistida es asesinato y matar va en contra de las leyes de Dios; la gran carga de quien asiste al enfermo en su suicidio; el mismo argumento ya revisado de que podrían encontrarse curas para los males que provocan tomar estas decisiones. El primer argumento es un ejemplo clásico de la polarización fanática que suele acompañar estos temas: “si yo elijo vivir porque es una gran bendición y algo maravilloso, todo aquel que elija lo contrario carece del uso de sus facultades racionales”; el deplorable subjetivismo que se universaliza por ignorancia pura. El segundo argumento, que podemos llamar religioso, da para muchas líneas, pero simplifiquemos: si hay una religión que verdaderamente se oponga al asesinato, no por meros decretos, sino a partir de actos, de historia, entonces no veo como contra argumentar. Pero curiosamente, este argumento suele ser usado por las feligresías de las más monstruosas religiones, aquellas que supuran fanatismo e ignorancia, aquellas que tienen siglos de rezago. Las teocracias musulmanas regidas por la Sharia condenan a muerte a mujeres adulteras o a homosexuales; el dios del Antiguo Testamento mandó matar a hombres, mujeres, ancianos y niños que estuvieran “ocupando” la tierra prometida… Y los judíos cumplieron servilmente. Y un tercer argumento es la carga de quien asiste al enfermo. Que no cualquiera podría hacer esta labor, es evidente, pero si quien la hace está convencido de que está respetando la libre decisión de un enfermo y actúa por piedad, no veo qué carga sea aquella que habrá de soportar. ¿Cuántas veces no sucede esto en la guerra? El soldado que mata a su camarada herido de muerte para evitarle sufrimiento. Además, la muerte asistida podría despersonalizarse, de forma que el enfermo tome la decisión y termine con su vida mediante dispositivos mecánicos ya instalados; la siniestra figura del verdugo no es un requerimiento sine qua non.
 
La tercera vertiente es el asesinato asistido que podemos definir como terminar la vida de un enfermo sin su consentimiento. Aquí hay dos argumentos que se le oponen: la violación directa al principio de vida y el precedente de alguien decidiendo por la vida de otra persona. En el caso del asesinato asistido, y dada la falta del consentimiento del enfermo (incluso si es un enfermo en fase terminal o un coma profundo sin posibilidades de salir de ella), no veo como se pueda argumentar a favor. Ni la misericordia por los “muertos en vida”, ni las cargas financieras o emocionales parecen argumentos sólidos. Únicamente representan el bienestar del egoista: aquellos que quieren percibirse como misericordiosos ante los ojos de no sé quién o aquellos que quieren paz emocional o financiera. Salvo que haya una indicación explícita y legal que permita el asesinato asistido en caso de algún desafortunado siniestro en que la víctima se vea incapaz de tomar esta decisión libremente (y en tal caso el asesinato asistido sería técnicamente muerte asistida), esta tercer vertiente no parece éticamente correcta.
 
Tomando todo esto en cuenta, creo que la eutanasia, en base al respeto a la libertad de la persona, debe ser legalmente aceptada en sus dos primeras vertientes y, observando lo ya referido sobre el asesinato asistido, este también debería ser legalizado. Una sociedad que rinde culto a la muerte, pero que su moralina rechaza la eutanasia… Vaya ironía.

martes, 20 de diciembre de 2011

Sobre la Pena de Muerte (rectificando)

La pena capital o pena de muerte aún existe en muchos lugares del mundo. Desde el decadente Estados Unidos hasta las teocracias del Islam, hay leyes que permiten castigar con la muerte ciertos crímenes. Esto hace que el tema no deje de tener importancia desde diferentes ámbitos: legal, ético, social, político, etc.

No veo ninguna utilidad en demandar, pensando concretamente en México, la legalización de la pena de muerte, pues creo que es un acto de irreflexión, ingenuidad y simpleza mental. He escuchado sus argumentos: “cuando una parte del cuerpo ha muerto, debe eliminarse para que no muera el cuerpo entero”. Y aunque la analogía entre le cuerpo y la sociedad no deja de ser sugerente, ignora completamente la circunstancia en que tal necrosis se ha dado. También apelan al sentimentalismo, excelente recurso cuando ya no hay argumentos: “cuando algún ser querido sea víctima de un secuestro o asesinato, entonces lo comprenderás”. La pena de muerte debería ser justicia, no vendetta.

Quitando del camino a los defensores carentes de agudeza mental, debemos pensar qué pasaría si en México hubiera pena de muerte. El sistema legal, como ya todos lo sabemos, es corrupto desde su mismo centro hasta la más externa de sus capas, por lo que se convertiría en una herramienta más para el uso de impartición de injusticia. Inocentes sentenciados a la inyección letal por la prevaricación del sistema sería el pan de cada día.

Pero hay otro motivo por el cual debemos rechazar la pena de muerte en nuestro país, bajo las condiciones en que se encuentra: el sistema es incapaz de proporcionar educación de calidad a su población (vaya, la educación pública se encuentra secuestrada por una cacique neofeudal); es incapaz de crear empleos de calidad y que no sean eventuales (y eso que estamos cerrando el sexenio del candidato del trabajo); es incapaz de independizar sus políticas financieras y económicas para invertir en los rubros que el pueblo realmente necesita; es incapaz de dar seguridad a una población en creciente inconformidad; es incapaz de gobernar para nadie más que las élites, los influyentes. Por todas estas carencias del sistema, del establishment mexicano, la pena de muerte se convertiría en un flagelo más, en otra fuente de injusticias como tantas ya hay hoy en día. A fin de cuentas, sería como crear delincuentes para después matarlos. Pero si el sistema no estuviera hecho para fabricar delincuentes y viviéramos en una sociedad en que existe un verdadero compromiso por la prevención del delito (desde sus cimientos mismos como sociedad y no desde los medios de comunicación, como hoy en día), entonces sí debería legalizarse la pena de muerte ante determinados crímenes.

¿Y la ética? El comportamiento ético requiere de la sociedad, del comportamiento social; y si un elemento de la sociedad ha incurrido en crímenes tan deleznables, tan grotescos e inhumanos, no veo por qué: a) el individuo deba ser juzgado como un igual (y por ende éticamente), y b) al segregar a un elemento no ético, la eticidad del grupo se vea menoscabada o afectada en forma alguna. Creo que si se ha eliminado el peligro de reducir la justicia en venganza, el ojo por ojo seguirá teniendo vigencia.

Y con todo esto dicho, no deja de ser tentadora la idea de juicios sumarios y pena de muerte para los criminales que hoy en día azotan a la nación… a fin de cuentas, si no hay poder humano que los rehabilite para vivir en sociedad, entonces regresémoselos a Dios con un sonoro: “¡No, gracias!”.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Sobre la Navidad

Se acerca la época más bella del año. Momento de celebraciones y buenos deseos. Familia y buenos amigos. Reflexiones sobre el año que se ve y el que viene. Reflexiones sobre Jesús y el profundo significado de su nacimiento. Porque de ahí justamente viene el nombre de navidad – natividad: el nacimiento de Jesús. Que por cierto, fue milagroso. No todos los días una virgen da a luz, aunque tampoco crean que nunca ha pasado esto.
Mutemuia, que dio a luz al faraón Amenofis III alrededor de 1400 años antes de Cristo, la madre – virgen de Gilgamesh (2650 años a.C.). Dafné, madre de Perseo. Rómulo y Remo, también paridos por un virgen. Ixquic, madre virgen de Hunahpu e Ixbalanqué, los gemelos del Popol Vuh. Maia, que engendró a Buda. Hermes, Dionisos, Adonis, Agni, Mitra, Krishna… Todos hijos de madres vírgenes.

Bueno, quizá no importe si su madre era o no virgen; lo que importa es el gran mensaje que nos vino a dar y, por ello, hemos de celebrar su nacimiento que acaeció entre el 24 y el 25 de diciembre hace poco más de dos mil años. ¿O no fue así? Porque antes de la venida de Jesús al mundo, los latinos ya celebraban la Saturnalia, una festividad en honor al “regreso del Sol invictus” o, como diríamos hoy día, el solsticio de invierno que es, precisamente, el 25 de Diciembre: las noches se van haciendo más cortas y los días más largos. ¡Vaya coincidencia entre las fiestas de los romanos y los designios de Dios! Curiosamente, una vez que el cristianismo se impone como institución de poder y control, obtuvo un gran beneficio al mantener las mismas fechas para celebrar, sólo que cambiando algunos nombres (en lugar de Sol invictus, Jesús de Nazaret, por ejemplo).

Tampoco deja de ser curioso que en una gran cantidad de mitos anteriores al cristianismo se hable de señales celestes, magos y reyes visitantes, pastores, ángeles cantores, animales benefactores, un rey persiguiendo al niño divino… Buda, Krishna, Mitríades, Julio César, Enéas, Confucio, Moisés. Bueno, no importa si la natividad es sólo un mito del cristianismo, no deja de ser un bello mito por todo lo que hoy significa.

Que el índice de suicidios se dispara en estas épocas navideñas; que es una época de consumismo, dónde se le rinde culto al dios dinero; que más que dar amor, se espera recibir presentes materiales; que lo poco que queda de aquel mito de la natividad se va diluyendo en la grotesca mercadotecnia del regordete Santa Claus; que las reflexiones se limitan al “cómo saldré adelante el próximo año” o “bebamos y comamos que el Guadalupe-Reyes se nos va”…

La navidad no es más que otro momento para evadir nuestra realidad y celebrar nuestra miseria en el consumismo, el hedonismo, la superficialidad… Máscaras de alegría para una sociedad que necesita nuevos mitos.

domingo, 29 de mayo de 2011

El Caso Islandia

Quiero destacar la situación sui géneris (por decir lo menos) que ha venido aconteciendo en Islandia, país isleño escandinavo de Europa. Los reflectores se han volcado sobre la Primavera de las Revoluciones (principalmente Egipto y Libia, y en menor medida en Túnez, Yemen, y Siria), que nos han mostrado, desde una visión a vuelo de pájaro, el poder que puede llegar a tener el pueblo (caso de Egipto), la tiranía de un gobierno al ignorar las exigencias del pueblo (caso de Siria), o la injerencia e hipocresía de los intereses internacionales (caso de Libia). Sin embargo, el caso de Islandia contiene valiosas enseñanzas (de ahí que haya sido acallado por la prensa internacional), por lo que lo reseño a continuación:


Desde el 2003 la economía de Islandia había venido creciendo debido a los mercados financieros menos regulados (especuladores sin escrúpulos y sib obstáculos) y la banca privatizada (regla sagrada del neoliberalismo). Pero para el 2008, los fondos de inversión libres (popularmente conocidos como hedge funds) crearon endeudamiento y el Banco Central de Islandia no pudo cubrir dicha deuda.

En el 2008 se da una fuga de capitales (los mismos especuladores bien informados de la inminente crisis) y unas horas después (literalmente) se desplomó la moneda alcanzando un 25% de devaluación, la bolsa para todo movimiento y el país queda en bancarrota. La maravillosa y generosa oferta del FMI fue: un préstamo de 2.100 millones de dólares a cambio de que el pueblo fuera pagando dicha deuda por los siguientes 15 años. Quizá alguien se acuerde con esto del Fobaproa (Fondo Bancario de Protección al Ahorro), después llamado IPAB. Tras el desfalco de algunos banqueros en México, y por orden del Sr. Presidente Don Ernesto Zedillo, los mexicanos habremos de pagar por su desmedida codicia y/o su proverbial estupidez, es decir, las pérdidas económicas de la banca privada se convierten en deuda pública. Aquí el saldo del desastre: el saldo total a precios actuales equivale a 2 billones 577 mil millones de pesos y nos tomará 30 años pagarlo (llevamos 12).

Para el 2009 las protestas de los ciudadanos islandeses producen el adelanto de las elecciones, la renuncia del Primer Ministro y de su gobierno ultraliberal en su totalidad y su sustitución por un gobierno de coalición de izquierda. Estas protestas también lograron posponer el préstamo del FMI, gracias a lo cual el desempleo no se disparó.

Para el 2010 las marchas de protesta continúan y obligan a que se realice un referéndum sobre dicho rescate. El resultado es abrumador: 93% de los islandeses votan no al pago de la deuda (el castigo fue que el FMI congeló su invaluable ayuda y la UE puso freno a las negociaciones para que Islandia se integrara a ella). A la par se inicia una investigación contra banqueros y altos ejecutivos. A instancias de la Interpol, se obligó a salir del país a todos los banqueros implicados. El siguiente paso fue la creación de una asamblea constituyente (asamblea formada por ciudadanos sin filiación política) que promete entregarnos la primera constitución antineoliberal, con candados para evitar el saqueo sistemático que organizan los especuladores internacionales.

También se renacionalizó la banca y la deuda provocada por los especuladores y sus hedge funds, deberá ser absorbida en un 70% por ellos mismos... El que la hace la paga.

Hasta aquí la reseña. Paso ahora a la moraleja: el pueblo (ese que trabaja, que “le talonea”, "hace la talacha", y “se la rifa”, a ese que en México lo han empobrecido sistemáticamente, ese ente que es protagonista en los discursos pero ignorado en los hechos, ese colectivo al que, como novia desengañada, todo le prometieron y nada le dieron), el pueblo, decía, todavía tiene poder. En México, este poder se encuentra diluido en la apatía. En nuestras manos está ejercerlo.

La pregunta obvia: ¿Por qué se nos ha hablado de las crisis de Irlanda o Lituania, de los conflictos en Grecia, de las primaverales revoluciones árabes y no del “caso Islandia”? Porque es una muestra muy clara de cómo enderezar el rumbo económico de una nación en el siglo XXI: desechando al neoliberalismo y a su parasitaria casta de especuladores internacionales, heraldos de crisis y miserias que, definitivamente no son una novedad en el mundo, pero con el neoliberalismo obtuvieron una libertad de acción y un margen de maniobra casi totales, además de una indignante impunidad. Los poderes fácticos de nuestro hermoso mundo se verían seriamente afectados si las naciones (el pueblo de a pie) se dieran cuenta del poder que aún poseen. Sí es posible prescindir de la usurera y falsa “ayuda” del FMI (o cualquier otro organismo de la misma calaña). Sí es posible cambiar al gobierno en turno (a fin de cuentas deben ser vistos como nuestros chalanes, que velan por nuestros intereses y que trabajan para nosotros). Sí es posible castigar a los banqueros y especuladores que se ocultan en una falsa imagen de respetabilidad y una más que dudosa legalidad. Sí es posible que el pueblo no “tenga” que tragar ninguna “amarga medicina” (como la recetada por Zedillo), sino que haga pagar a los responsables. Sí es posible crear una nueva constitución en pleno siglo XXI, aunque seguido se nos mencionen los inconvenientes. Sí es posible atacar y derrocar al neoliberalismo; éste no es divino ni inamovible, sólo es una herramienta de criminales, un sistema de opresión. ¡Sí es posible!

viernes, 20 de mayo de 2011

La Muerte de Osama bin Laden

Versión oficial: el 1º de mayo tropas de EEUU mataron al fundador y líder (moral, principalmente) del grupo terrorista Al-Qaeda en lo que se dio a conocer como Operación Gerónimo. Miembros de la unidad de elite SEAL, de la marina estadunidense, en coordinación con la CIA, abatieron a balazos a bin Laden en Abbottabad, Paquistán, lugar en que el saudí se refugiaba de la intensa búsqueda por parte de EEUU.

Su cuerpo fue identificado por autoridades de EEUU empleando muestras de ADN de una hermana de bin Laden que murió de cáncer en Estados Unidos y, de acuerdo con la tradición del Islam, fue arrojado al mar desde el portaviones USS Carl Vinson.

48 horas después del suceso, la versión oficial fue alterada: nunca hubo un tiroteo entre militares estadunidenses y miembros de Al-Qaeda; Osama no se protegió detrás de una mujer; no murió una de sus esposas en el tiroteo; se modificó la identidad del hijo de Osama que había muerto; miembros del gobierno estadunidense nunca vieron en vivo la operación gracias a las cámaras en los cascos de los soldados.

¿Por qué todos estos cambios? Que porque dice el tío Sam que la niebla de guerra nubló los hechos… Pero si no hubo tiroteo, ¿cuál guerra nubló los hechos?

Versión no oficial: antes de detallar una versión mucho más coherente del asunto, pensemos en las pruebas ofrecidas por el gobierno estadunidense para sustentar su historia.

1. Desde luego, la honestidad inherente al sagrado compromiso para con el pueblo de todo gobierno. Sería una monstruosidad pensar que un gobierno pudiera mentirle descaradamente a todo un pueblo (al mundo, de hecho) por llevar alguna agenda secreta.

2. Inmediatamente tras los hechos, circuló en Internet una vieja foto (fotomontaje) de un Osama bin Laden abatido a balazos. Hubo incluso algunos diarios que la usaron como si fuera real.



3. Otra imagen que dio la vuelta al mundo fue la de Obama y su equipo de seguridad nacional viendo el video en tiempo real de la operación llevándose a cabo en Pakistán. Posteriormente se dijo que esto nunca sucedió (?)…  Después de todo, parece que el gobierno estadunidense sí sería capaz de mentirle a su pueblo.



4. Una imagen más, que roza en lo ridículo: soldados estadunidenses a bordo del USS Carl Vinson arrojando un ataúd al mar. Petición de principio para el mundo entero que se chupa el dedo: en su interior está el cadáver de Osama con una o dos heridas de bala en la cabeza, lo que lo dejó terriblemente desfigurado. La única prueba en la versión oficial, sepultada bajo el oceano menos de 24 horas después de los hechos.

5. La afirmación del Instituto SITE (Búsqueda de entidades terroristas internacionales, por sus siglas en inglés), dirigido por Rita Katz (hija de un espía israelí), de que, efectivamente, Al-Qaeda había circulado en Internet la confirmación de la muerte de su líder Osama bin Laden. Cabe mencionar que dicho instituto es parcialmente financiado por el gobierno de EEUU, y colabora estrechamente con éste (aquí el link a su sitio web: http://www.siteintelgroup.org/).

¿Qué dice el gobierno estadunidense a todo esto? Que no va a emitir imágenes de bin Laden muerto porque son muy grotescas (como si no hubiera tales cosas en la Internet… Véanse estas imágenes de otros miembros de Al-Qaeda que murieron en la misma operación, y al parecer no se consideran grotescas: http://www.infowars.com/purported-bin-laden-raid-kill-photos-released/), y por lo tanto, habremos de confiar en su palabra. Mientras cientos, miles o quizá millones celebraban la muerte de Osama, algunos pensadores críticos (vaya, con sentido común), buscaron penetrar la red de absurdos ofrecida por establishment yanqui.



Desde el 2001 se tenía información de que Osama bin Laden padecía una afección en los riñones que lo obligaban a someterse a diálisis. En julio de 2001, Osama fue internado en un hospital estadunidense de Dubai para tratamiento de riñones. Según fuentes de la inteligencia francesa, ahí tuvo contacto con agentes de la CIA. Poco antes del 9/11 Osama estaba en un hospital militar paquistaní bajo la vigilancia de ISI, servicio secreto de Paquistán con relación estrecha con la CIA. Vivir por cerca de 10 años en cuevas y bunkers con la necesidad de diálisis, es simplemente absurdo. De acuerdo con el Dr. Steve R. Pieczenik (colaborador en el Departamento de Defensa estadunidense desde el gobierno de Nixon), el padecimiento de Osama era el síndrome de Marfan, dolencia que afecta el tejido conectivo.

En lo que hay un acuerdo entre diferentes fuentes es que Osama bin Laden murió de causas naturales a finales de 2001. Aquí algunos ejemplos:

  • Diciembre 26, 2001 (Fox news). A partir de fuentes del Taliban afgano, Osama había muerto recientemente. De acuerdo con el reporte había sido enterrado menos de24 horas después del fallecimiento, en una tumba sin seña, según la costumbre sunita wahabí.

  • Enero 18, 2002 (Pervez Musharraf, presidente de Paquistán). Afirmó: “Creo que, francamente, está muerto” (entrevista por Tom Mintier (CNN)).

  • Abril 24, 2002 (Steve R. Pieczenik, miembro del Consejo de Relaciones Exteriores, asistente de secretario de Estado con Henry Kissinger, Cyrus Vance y James Baker). Afirmó que bin Laden ha estado muerto por meses. Pieczenik trabajó directamente con Osama cuando éste era financiado y armado por EEUU en su guerra contra los soviéticos en Afganistán y Paquistán. “Osama necesitaba de dos máquinas de diálisis y estaba moribundo”.

  • Julio 17, 2002 (Dale Watson, contraterrorismo del FBI). Afirmo en una junta con oficiales: “Yo pienso personalmente que, probablemente, él [Osama] ya no está con nosotros”, aunque cautamente agregó que “no tengo ninguna prueba para respaldar esto”.

  • Octubre 2002 (Hamid Karzai, presidente de Afganistán). Entrevista con CNN: “Yo creo que [Osama bin Laden] está probablemente muerto”.

  • 2003 (Madelein Albright, ex secretaria de Estado). En entrevista para Fox News, declaró al analista Morton Kondracke que sospecha que Bush conocía el paradero de Osama y esperaba el momento más oportuno para anunciar su captura.

  • Septiembre 2006 (inteligencia francesa). Filtró un reporte sugiriendo que Osama había muerto en Paquistán.

  • Febrero 2007 (Bruce Lawrence, a cargo del programa de estudios religiosos de la Universidad de Duke). Afirmó que los videos y audios dados a conocer entonces sobre bin Laden eran falsos y que él estaba probablemente muerto.

  • Noviembre 2, 2007 (Benazir Bhutto, ex primer ministro de paquistán). Declara a David Frost de Al-Jazeera que Omar Sheikh había matado a Osama. Un mes después, Bhutto fue asesinada. Sheich está en prisión actualmente esperando la ejecución de su sentencia de muerte por el supuesto asesinato de Daniel Pearl. (¿Habrá descubierto el malogrado periodista que en efecto, Sheikh había matado a Osama y de ahí su secuestro y asesinato?).

  • 2008 (Robert Baer, ex oficial de la CIA y experto en inteligencia y política exterior). En entrevista en la radio con Terry Gross afirmó que “desde luego que él está muerto”.

  • Marzo 2009 (Angelo Codevilla, ex oficial de inteligencia exterior por EEUU). Afirmó: “toda la evidencia sugiere que Elvis Presley está hoy más vivo que Osama bin Laden”.

  • Mayo 2009 (Asif Ali Zardari, presidente de Paquistán). Confirmó que sus contrapartes en la inteligencia estadounidense no han oído nada de Osama en siete años, por lo que “no creo que esté vivo”.
Se especula que el gobierno estadunidense tiene en su poder el cadáver de Osama y que cuando sea momento oportuno emitirá imágenes de su cadáver. Aunque para el gobierno estadunidense esto sea una mera teoría conspiranóica, nos parece muy plausible, dada la manera como suele desenvolverse al momento de defender sus intereses refugiándose tras la bandera de la democracia y la libertad: sabía del inminente ataque a Pearl Harbor en 1941 y no hizo nada para evitarlo, pues era la única forma en que la población aceptara la intervención de EEUU en la Segunda Guerra Mundial, cosa que hasta el momento rechazaba en favor del aislacionismo. El asesinato de John F. Kennedy sigue siendo un misterio, pero queda claro que no hubo, no hay, ni habrá interés por revelar los hechos detrás del magnicidio. Es algo ya sabido que para iniciar la intervención estadunidense en Vietnam se tuvo que fingir un ataque, el llamado incidente del Golfo de Tonkín, en el que EEUU inventó un supuesto ataque de fuerzas norvietnamitas al destructor USS Maddox apostado en esa región. Todo un tema a desarrollar es el atentado del 11 de septiembre, planeado, orquestado y llevado a cabo, no por Osama bin Laden, sino por el mismo gobierno de Baby Bush y su equipo (Chaney, Wolfowitz, Rice…) con el fin de obtener beneficios económicos y geoestratégicos (a efectos prácticos, la misma cosa). El caso de Irak, país al que se invadió por los nexos de Hussein con Al-Qaeda (que nunca se probaron) y su amenazante arsenal de armas de destrucción masiva (que hasta la fecha, diligentemente, el ejército estadunidense sigue buscando). El gobierno de EEUU carece de credibilidad y de autoridad moral, por ello es muestra de ingenuidad o franca estupidez el aceptar sus afirmaciones como si Dios mismo se expresara a través del gobierno en turno.

Finalmente, debemos preguntarnos, ¿Si Osama murió en el 2001, por qué montar el show de su muerte justo ahora? ¿Cuál es el fin? Nos vienen a la mente varias posibilidades, aunque parece probable que una combinación de estas sea lo más factible:

1. Se acercan la elecciones del 2012 y, seguramente, Obama pretende reelegirse para darle continuidad a su maravilloso gobierno y seguir generando ese apoteósico cambio que prometió en su campaña electoral. Las encuestas lo ponían en una muy comprometida situación. Curiosamente, tras el anuncio de la muerte de Osama, la popularidad de Obama subió del 46% al 57% según el New York Times. Vaya coincidencia.

2. Parte de la baja popularidad de Obama se debía al escabroso asunto de su certificado de nacimiento. Por alguna razón no estaba disponible al público, y se especula que Obama nació en Kenia (por lo que legalmente no podría ser presidente). Finalmente se hizo público su certificado de nacimiento y los análisis que se le han hecho indican que es una falsificación de muy baja calidad. La muerte de Osama relegó este asunto que, claro está, carece de importancia...

3. De más está decir que el constante e inexorable debilitamiento del dólar, así como las siempre amenazantes burbujas financieras, son otra importante causa de la baja aceptación de la labor de Obama. Sus políticas económicas no terminan por convencer a nadie.

4. Aunque entró a la Casa Blanca con bellas promesas de paz y retiro de tropas, los hechos han sido al revés: más tropas a Afganistán (aunque Osama ya murió), más tropas a Irak (porque en algún lugar deben estar esas armas de destrucción masiva que Hussein, en su infinita astucia, ocultó con tanto tino), ataques a Libia en coordinación con la OTAN (porque resulta que Gadaffi no respetaba los derechos de su pueblo, lástima que tardaron cuarenta años en darse cuenta). Para minimizar estas medidas, tan semejantes a las tomadas por su antecesor George W. Bush, a Obama le caería de maravilla algún acierto mediático de tipo patriotero, de esos que a los estadunidenses tanto les gustan (por ejemplo, la muerte del enemigo público número uno).

Aunque lamentablemente carecemos de pruebas irrefutables, el más elemental sentido común nos dice que el gobierno de EEUU miente, una vez más. Osama bin Laden murió, sí, pero hace casi diez años.

jueves, 19 de mayo de 2011

¿Justicia por nuestras propias manos?

El 18 de Mayo del año en curso apareció en el el diario El Universal la siguiente nota:

"Un hombre que presuntamente asaltaba al dueño de una camioneta de lujo murió esta mañana durante una balacera registrada en la colonia Minas de Cristo, en la delegación Álvaro Obregón, pero el afectado desconoce quiénes "los salvaron".
Hasta el momento el denunciante, identificado como ####, rinde declaración de los hechos ante la representación social, "donde comentó desconocer a las personas que dispararon a los que lo asaltaron, ya que él no cuenta con escoltas", informó la PGJDF.
De acuerdo con un reporte de Formato 21 y la PGJDF los hechos se registraron cerca de las 8:20 horas, sobre avenida Alta Tensión, casi esquina con Andador Sebastián Aparicio, cuando el propietario de la camioneta Lincoln, tipo Mariner, modelo 2011, placas ####, fue interceptado por dos sujetos.
"Ambos lo amagaron para desapoderarlo de sus pertenencias, así como de sus objetos de valor. Cuando se retiraron del lugar, el agraviado escuchó varias detonaciones y vio que sus atacantes estaban tirados sobre el piso" refiere el comunicado.
Elementos de la Policía de Investigación identificaron al occiso con el nombre de Luis J. M, de 29 años, el cual a simple vista se le aprecia un orificio en la sien, lo que le provocó la muerte. De la misma balacera resultó herido uno de sus cómplices, quien fue trasladado a un hospital cercano.
De las personas que defendieron al dueño de la camioneta, se desconoce su paradero y quiénes eran y las autoridades no informan más al respecto."

La respuesta al hecho, por parte de muchos ciudadanos, fue de aceptación. No creo que el asesinato sea una solución de fondo (ni de ningún tipo, de hecho). Pero tampoco creo que la justicia exista en México (Ver el caso de Luis, un niño de cuatro años violado por maestros de una institución educativa en Oaxaca... Sólo falta que la SCJN mande al niño a prisión por difamación). Derechos humanos defendiendo delincuentes, el gobierno sumido o en la corrupción, o en la ineficacia o en la estupidez (probablemente las tres) , instituciones policiacas que funcionan como ornamento... ¿Qué le queda al ciudadano? ¿Marchas? ¿Manifestaciones? ¿O justicia por nuestras propias manos? ¿Qué opción será más efectiva?

miércoles, 4 de mayo de 2011

La Envidia

No hace mucho, escuché que la envidia era mala. Lo dudé. Aquí explico por qué. Según la Real Academia Española el vocablo envidia tiene dos definiciones: tristeza o pesar del bien ajeno, y emulación, deseo de algo que no se posee. Esto nos indica que envidia se puede entender en un sentido pasivo y otro activo. El sentido pasivo, que es el único que puede considerarse como negativo, nos dice que el bien del otro debe sumirnos en la desdicha ante el infortunio propio. Naturalmente, esta postura conlleva un derrotismo, una debilidad de espíritu, una carencia total de voluntad, y el centro mismo de la idea no es la envidia, sino nuestra reacción pusilánime.

Otro es el caso de la definición activa de envidia: “Emulación, deseo de algo que no se posee”. ¿Cómo existiría el progreso si no es por una meta que alcanzar? ¿Cómo podríamos trazarnos metas cada vez más altas si no es a través del desear aquello que no poseemos? Desear aquello que no poseemos es no sólo correcto, sino natural al ser humano. A diferencia de las demás especies animales que viven igual a como lo hacían hace cinco mil años (el león sigue cazando en la sabana, la ballena sigue comiendo plancton, las aves siguen migrando, las abejas siguen viviendo en panales…), el hombre acumula conocimiento, modifica su realidad, crea mejoras ante las contrariedades que se le presentan. Y todo esto, porque deseamos, porque soñamos con lo que aun no tenemos, porque envidiamos. Porque ponemos la mirada en aquello que se nos escapa, de ahí el origen latino de “envidia”: in videre, poner la mirada en. La envidia activa es una virtud.

¿De dónde entonces el sentido tan peyorativo que se le da a la envidia? De la Iglesia católica, desde luego. Allá en el siglo IV, Evagrio el Póntico establecio ocho pecador capitales, reducidos a siete un siglo después por Juan Casiano. Esta lista -lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia y soberbia- fue oficializada por el Papa Gregorio. en lo que respecta a la envidia, se entiende fácilmente por qué la Iglesia la institucionalizó como pecado: mientras que aquella acumulaba riquezas de forma depredadora, el feligrés se sumían en una miseria que la Edad Media y sus sistemas socioeconómicos políticos mostraban como naturales. Envidiar la riqueza de unos cuantos, su prosperidad, su holgura, era todo un riesgo... Un pecado.

jueves, 10 de marzo de 2011

Sobre el convencimiento

Entrada breve. Aunque es muy cierto que para que haya cabrones debe haber pendejos, no deja de ser muy significativo el hecho de que hoy en día, en nuestra bella sociedad, en nuestra próspera cotidianidad, aquel imperativo práctico kantiano es una mera curiosidad de un remoto pasado: a todo hombre se le trata como un medio. El hombre como fin es una ilusión, una utopía, una intelectualidad impráctica kantiana.



Por ello, y con dedicatoria especial para Peña Nieto, Calderón, Estados Unidos, y tantos y tantos más, recordamos aquí la frase de Víctor Hugo: "Nada más estúpido que vencer, la verdadera gloria es convencer".

jueves, 24 de febrero de 2011

La Crisis de la Modernidad

El movimiento ilustrado fue un esfuerzo común acaecido en Europa Occidental, y con especial énfasis en Francia, durante el siglo XVIII, con el objetivo central de establecer a la razón como guía máxima de los actos del ser humano. Movimiento que hereda, por una parte, aquel antropocentrismo propio del humanismo del siglo XV. Fue el inicio de una secularización que terminó por radicalizarse en el siglo de las luces, prescindiendo del todo de aquel teocentrismo medieval. Por otra parte, también tiene como legado una férrea confianza en las posibilidades del sujeto por comprender y transformar el mundo. Desde la filosofía de Descartes, con su cogito ergo sum (el hombre y su razón como centro del mundo), hasta la Revolución Científica que mostró las posibilidades racionales del hombre, los ilustrados tenían un claro y reciente bagaje histórico como para sustentar sus expectativas. También plasma de forma original y novedosa una tendencia a universalizar principios, a crear igualdades: es la proclamación respecto al ser humano y su capacidad racional. Una igualdad que se independiza de Dios, la religión y la metafísica escolástica. Proyectó también una idea de progreso concebido como lineal que se hará más patente en tanto que la razón se adecúe de manera más precisa a la realidad y por ello era condición sine qua non la eliminación de la superstición fanática: ésta sólo nubla la percepción racional de la realidad. En palabras de Kant: “Ilustración es la salida del hombre de su propia minoría de edad, que mantenía por culpa propia”. (Citado en Amengual, 1998:160). En última instancia, al salir de su minoría de edad, al atreverse a saber, el hombre alcanzaría la felicidad. La Ilustración, pues, fue un impulso lleno de optimismo en la razón humana.


Evaluando las promesas del movimiento ilustrado, bien podemos hacer un doble análisis en términos dialécticos: la afirmación de sus postulados y promesas y su consecuente negación. Para ello retomo las cuatro notas características ya mencionadas: el antropocentrismo secular, la razón del sujeto como individualidad, el ser humano y sus derechos y la idea de progreso como visión histórica. Tras la Revolución Francesa el antropocentrismo de tono secular permitió el nacimiento del Estado laico, con la cual la religión quedó limitada al ámbito de la intimidad del sujeto. Aunque fue un proceso que implicó conflictos y desavenencias, la instauración de dicho Estado evidenciaba sus virtudes: la universalización de principios racionales aplicados a la ciencia política más allá de culturas y credos. Esta noción, a fin de cuentas, era un producto del enaltecimiento de la razón del hombre, razón que con Descartes adquiere un rol central. Aunque Bacon ya había mostrado las virtudes de la razón, fue el francés quien construyó un sistema fundamentado en la razón como punto de partida absoluto. Su duda metódica no dejaba lugar más que a la razón propia del sujeto. Dios se convertía, como petición de principio, en un respaldo de dicha visión. En la culminación misma de la Ilustración, Immanuel Kant reconstruye y fortalece esta perspectiva centrada en la razón del sujeto con el fin de ahuyentar los fantasmas del escepticismo que Hume, principalmente, había traído a colación. La visión que se tenía del ser humano, aquella visión de ciudadanos del mundo o cosmopolitas, siguiendo a Kant, fomentó una visión incluyente, tratando de expandir la buena nueva occidental: todos, en tanto que seres humanos, gozamos de los mismos derechos. La lejana idea de Pico de la Mirandola tenía un eco que resonaba tres siglos después y allende. En este punto, el surgimiento del Estado de derecho significaba un gran paso adelante, pues el pueblo iniciaba su metamorfosis en sociedad civil. Garantías, certidumbres y derechos del ciudadano irían ensanchándose conforme pasaban los años. Finalmente, la promesa de un progreso que redundaría en felicidad pareció realidad gracias al ímpetu de la ciencia y su aplicación técnica. El surgimiento y veloz desarrollo de diversas ramas científicas, así como las subsecuentes revoluciones industriales terminan por crear un espejismo fantástico: nada podía detener al hombre. El mundo entero, naturaleza e incluso Dios eran espectadores de nuestro imparable progreso. Todas estas ideas tiene eco en la obra de 1992 El fin de la historia y el último hombre de Francis Fukuyama, quien proclamaba que el avance cualitativo había terminado: nos bastaba lograr una nivelación en lo obtenido para que todos gozáramos por igual. El Estado liberal era aquella ciudad prometida a la que todas las carretas de la caravana (pueblos y naciones) habrán de llegar (Fukuyama, 1995:447).


Sin embargo, no tardó en hacerse patente un lado negativo en todos y cada uno de estos aspectos. Aunque el antropocentrismo había traído grandes y palpables beneficios, también había traído una crisis del sujeto (Amengual, 1998). Su interioridad se iba desintegrando tras la propuesta de Freud, de que el individuo era un conjunto de factores internos y externos que negaban la libertad racional. Vivencias y estímulos interiorizados nos determinan consciente e inconscientemente. Max Weber, por su parte, nos indica que la racionalización trajo consigo la pérdida de tradición, la escisión del sujeto al dividir los diferentes ámbitos humanos en igual tipos de racionalidad; economía, política, familia, cultura… Todo mostraba que la cosmovisión global de Descartes o Kant era sólo teórica, mas no aplicaba en la praxis. Nietzsche derribó las nociones absolutas de verdades y normas, por lo que el fin de los grandes relatos se asomaba en el horizonte de la humanidad y el relativismo se investía de cierta autoridad. Es indudable también la importancia del Estado de derecho y de los avances científicos y tecnológicos, sin embargo, el hecho de que el racionalismo se haya tornado instrumentalista terminó por, en el mejor de los casos, aletargar el progreso prometido y soñado por los ilustrados. La razón instrumental acabó violando sistemáticamente los derechos del ser humano, ser que a efectos prácticos, parecía una mera fantasía, como afirmaba Joseph de Maistre:


A lo largo de mi vida, he visto franceses, italianos, rusos. Sé incluso, gracias a Montesquieu, que se puede ser persa; pero en lo que se refiere al hombre, afirmo que no lo he encontrado en toda mi vida; si existe, no es a sabiendas mías (citado en Finkielkraut 2000:19).
Ante este panorama, la Escuela de Frankfurt desarrollo la Teoría Crítica, sustentada en el marxismo. Dicha teoría puede dividirse en dos momentos: el optimista anterior a la Segunda Guerra Mundial y el pesimista posterior a ésta. En un inicio Horkheimer planteó desarrollar una visión crítica del hombre y su circunstancia abarcando tres grandes campos: la psicología con la intensión de abordar al hombre como sujeto, a partir de las propuestas de Freud; la sociología para abordar al hombre como realidad colectiva partiendo de premisas marxistas; la economía, campo que permitía integrar los dos anteriores, al mostrar los procesos económicos, sus carencias y sus necesidades. La crítica iba encaminada al ataque del capitalismo burgués, la sociedad que éste había construido impositivamente y a la enajenación del individuo. Pero ante su percepción de la Segunda Guerra Mundial, la Teoría Crítica se planteó dos cuestiones fundamentales: ¿hasta qué punto la ilustración había sido una negación de su opuesto, el mito totalitario e irracional (según lo descrito por Horkheimer y Adorno en su obra Dialéctica de la Ilustración)? Y, aún más trágica, ¿no había acabado la misma ilustración por mitificar a la razón, de forma que el instrumento propio de la Teoría Crítica quedaba minado internamente? Ante la disyuntiva de asumir una postura de negación determinada o revisar los paradigmas marxistas, se inclinaron por lo primero; aunque mantuvieron abierta la contradicción realizativa de la crítica ideológica, no intentaron superarla teoréticamente (Habermas, 1989:159).


El proyecto moderno, entendido entonces como el proyecto ilustrado terminó por entrar en crisis. De aquel antropocentrismo que auguraba grande cosas se dio el desgarramiento del sujeto, que trajo, al menos, dos consecuencias importantes: el llamado desfondamiento del hombre (Amengual, 1998:94), en el que éste se percata que al no estar su ser definido por su naturaleza y al intentar buscarlo en sí mismo, descubre que está fundamentado en el otro. El sujeto, buscando fundamentarse a sí mismo se ve siempre remitido al otro; el cogito no era suficiente, pues –nos dice Ortega:


El dato radical del Universo no es simplemente: el pensamiento existe o yo pensante existo –sino que si existe el pensamiento existen, ipso facto, yo que pienso y el mundo en que pienso- y existe el uno con el otro, sin posible separación (2007:191).
Una segunda consecuencia fue un cambio de paradigma que terminó por sustituir al sujeto mismo, al cogito cartesiano o a la razón pura kantiana, por el lenguaje. No era el “yo” quien se expresaba, sino un “ello” impersonal, la estructura lingüística, ideológica, social, cultural o instintual. El sujeto perdía su primacía. La razón, finalmente, fue destronada por la razón instrumental, fundando una ética de la conveniencia o, con pleno descaro, imponiendo la ley del más fuerte. Esto terminó por anular los avances que se insinuaban en el desarrollo histórico. El sometimiento del otro en tanto que diferente del “yo”, un Estado de derecho violentado ante intereses particulares, un Estado laico que recurre frecuentemente, ya sea soterradamente o de forma abierta, a dogmatismos que polarizan sociedades. Sociedades en que los derechos básicos son ultrajados ya sea desde la esfera económica con un neoliberalismo que se especializa en producir pobreza y concentrar la riqueza en unos cuantos; las transnacionales que buscan maximizar ganancias a costa de lo que se ponga en su camino (hasta a su misma madre si se le ocurre obstruir); un sistema financiero que renunció, quizá desde su nacimiento, a los preceptos más elementales de la ética. Y también desde la esfera política, coludida con intereses económicos y promoviendo una democracia de muy baja intensidad; fomentando una clase política que fundada en la corrupción se revela como plutocracia cleptocrática, muy lejos del gobierno ideal soñado por los ilustrados. La crisis del proyecto moderno se vuelve evidente en nuestro presente histórico, aunque, me parece, que al interior mismo de la modernidad hay condiciones y contenidos que permitirían su rescate, al menos, desde la parcela teórica, con lo cual la posmodernidad se nos aparece como una exageración innecesaria, en el mejor de los casos.


Referencias:
Amengual, Gabriel (1998). Modernidad y crisis del sujeto (1ª Ed.). Madrid: Caparrós Editores.

Finkielkraut, Alain (2000). La derrota de pensamiento (7ª Ed.). Barcelona: Anagrama.

Fukuyama, Francis (1995). El fin de la historia y el último hombre. Barcelona: Planeta – De Agostini.

Habermas, Jürgen (1989). El discurso filosófico de la modernidad (1ª Ed.). España: Taurus.

Ortega y Gasset, José (2007). ¿Qué es filosofía? (14ª Ed.). Madrid: Espasa Calpe.

martes, 8 de febrero de 2011

Sobre el uso de diminutivos

Entrada breve. En el diccionario podemos encontrar que la definición de “diminutivo” (que tiene cualidad de disminuir o reducir a menos algo) tiene al menos tres sentidos: disminución de tamaño, una intención emotiva o apelativa o para remarcar una significación intensiva. ¿Por qué entonces hay quienes dicen “inditos” o “negritos”? ¿Cuándo empezarán a decir “jotitos”? En ninguno de estos casos se hace referencia ni al tamaño, ni a una significación intensiva y, definitivamente tampoco a una intención emotiva.
Obedece al menosprecio disfrazado de lástima. Aquellos homúnculos de Ginés de Sepúlveda siguen más que vivos, nosotros nos encargamos de prolongar su vida. Es franca hipocresía el pretender usar el diminutivo para enfatizar cierta empatía, cuando lo que realmente yace bajo dicho uso es una minusvaloración fundada en estereotipos.

lunes, 7 de febrero de 2011

Más allá de Waterloo

Entre 1799 y 1815 Europa presenció un acontecimiento sui generis: un solo hombre se hizo con el poder en la mayor parte del continente. Dicho hombre, Napoleón Bonaparte, fue el producto de la Revolución Francesa e irónicamente, también de la Ilustración, y tres semanas antes de su muerte escribió: “muero prematuramente, asesinado por la oligarquía inglesa y su matón a sueldo” (Ang 1993:124). Estas palabras reflejan no sólo el final de su vida sino también el fin de lo que se ha llamado Era Napoleónica. Sobre las causas de fondo que provocaron el fin de esta Era indagaremos en las siguientes líneas.

Cuando se piensa respecto al fin de la Era Napoleónica comúnmente se piensa en tres grandes eventos que lo desencadenaron inevitablemente: la derrota en Rusia, la derrota en Waterloo y la megalomanía de Napoleón mismo. Sobre este último aspecto hay que decir que es aventurado calificar a Napoleón de megalomanía sin tomar en cuenta que su ejercicio de poder se combinó con la posibilidad efectiva de extenderlo indiscriminadamente. La extensión del territorio que controló no da pie al adjetivo megalómano, sino las intenciones de fondo que lo llevaron a buscar el poder, y esto es muy complicado de esclarecer.

Respecto a sus dos más sonados fracasos militares, es indiscutible que tuvieron un enorme peso en el destino de Napoleón. La fracasada invasión invernal a Rusia terminó por desmoralizar a sus tropas, muchas de las cuales jamás regresaron con vida de la operación. Dadas estas circunstancias, el regreso a París no fue acompañado de una calurosa bienvenida: el pueblo le daba la espalda al emperador. Por otra parte, la derrota en la batalla de Waterloo es considerada como el evento que pone fin a la Era Napoleónica, pero no reside ahí la causa o las causas de dicho fin. La batalla de Waterloo fue el inevitable y fatal acontecimiento consecuencia de una serie de eventos desafortunados (sin relación alguna con el film).

Un hecho acontecido en la batalla de Waterloo nos dará un primer indicio. En esta batalla Napoleón enfrentó a los ejércitos del duque de Wellington y del mariscal Blücher; el primero tenía bajo su mando un ejército multinacional, el segundo comandaba a las fuerzas prusianas. Ante estos dos adversarios Napoleón hizo lo impensado: terribles errores estratégicos en el ámbito militar, a pesar de que había dado pruebas abundantes de su genialidad en el mismo. En la obra Secretos y Misterios de la Historia, se dice que

Años después [de la batalla de Waterloo], su hermano Jerónimo reveló que el día de la batalla Napoleón sufría de fiebre, cistitis y hemorroides, agravadas por las largas horas de cabalgata. Los testigos comentaron el letargo y torpeza del emperador durante la campaña; quienes tenían mucho tiempo de no verlo se sorprendieron por su gordura y de lo avejentado que parecía, a pesar que sólo era tres meses mayor que Wellington. (427)

La derrota en Waterloo fue entonces la natural consecuencia de hechos más profundos.


Podemos identificar seis causas de fondo que debemos considerar al momento de analizar el fin de la Era Napoleónica. Estas causas, como veremos, se interconectan entre sí y van más allá de los tres eventos ya comentados (la megalomanía napoleónica, Waterloo y el invierno ruso).

Una primera causa es la defectuosa política del bloqueo continental. Napoleón intentó crear un bloqueo económico en contra de Gran Bretaña, de forma que ésta no podía comercializar con la Europa continental. De entrada sí se debilitó la economía inglesa pero, eventualmente, las economías europeas (como la holandesa y la rusa) sufrieron la carencia de productos que los ingleses distribuían en el continente. El bloqueo terminó por afectar a la Europa napoleónica creando descontento y, debido a ello, Rusia rompió dicha medida.

Este descontento producido por el bloqueo se agudiza al emerger en toda su fuerza los nacionalismos de inicios del siglo XIX. Sólo uno de los pensadores ilustrados, Jean-Jaques Rousseau, abogó con insistente premura sobre la importancia de la identificación de los pueblos con su pasado, su cultura, su lengua y sus tradiciones; así se sembró la semilla del nacionalismo. El resto de los pensadores ilustrados destacó la idea de libertad para los pueblos en oposición a las cadenas de la religión y las monarquías; la simiente de las revoluciones libertarias cayó en una Europa fértil. Naciones como España, Prusia, Baviera o Polonia, iniciaron revueltas y guerrillas en contra de las tropas napoleónicas. Las resistencias de signo nacionalista es nuestra segunda causa.

Íntimamente ligado a lo anterior, tenemos la tercera causa: el territorio del Imperio Napoleónico era ya demasiado extenso y cuando Napoleón dejó de ser visto como libertador y se convirtió en usurpador y tirano desde la perspectiva de los pueblos, las revueltas evidenciaron que el territorio era demasiado extenso como para mantener el orden y la paz. Esto sin olvidar la enorme fuerza con que las viejas casas reales azuzaban al pueblo para levantarse en contra de Napoleón; la monarquía, a fin de cuentas, aprovechó cada una de las debilidades del Imperio Napoleónico.

Mientras todos estos eventos se desencadenaban en la Europa continental, en Gran Bretaña aumentaba la enemistad con Napoleón, enemistad que era extensiva a los franceses y que se remontaba a la Edad Media. De forma constante, galos e ingleses habían mantenido ásperas relaciones debido a diferencias familiares, económicas, religiosas y geoestratégicas. Durante la Era Napoleónica, todos estos elementos se vieron exacerbados, creando un clima de fuerte enemistad. ¿Qué hechos rodeaban a la situación que prevalecía en Gran Bretaña? Sabemos que la monarquía inglesa despreciaba las nacientes ideas democráticas que promoviera la Revolución Francesa, pero es evidente que la monarquía inglesa, de tipo constitucional, ya tenía elementos que la hacía progresista en comparación con las continentales. Por otra parte, el camino que había tomado el Imperio Napoleónico era la negación misma de los ideales revolucionarios e ilustrados, por lo que había algo más elemental que empujó a Inglaterra a oponerse a Napoleón desde antes que éste emprendiera su bloqueo continental: las políticas financieras.

Fue Napoleón el primero en crear en Francia un banco central, el Banco de Francia. A diferencia de lo que sucedió en Holanda o Inglaterra, el nuevo banco no quedó en manos de los importantes financieros cosmopolitas que controlaban el sistema financiero europeo, sino que Napoleón se autonombró presidente vitalicio. Este hecho provocó reacciones hostiles de parte de los especuladores de las altas finanzas que, mediante el control de los bancos centrales iban haciéndose con importantes parcelas de poder. Napoleón, al oponerse a ello, se ganó su enemistad y perdió el crédito que con ellos tenía. ¿Por qué le retiraron su apoyo? Porque Napoleón decidió que la emisión de dinero no se hacía como préstamo al gobierno, sino de acuerdo con la producción agrícola e industrial.

La amenaza que Napoleón representaba para la cúpula financiera cosmopolita era razón suficiente para borrarlo del mapa estratégico europeo. Tomemos en cuenta que, incluso hoy en día, doscientos años después, seguimos viviendo en un mundo en que los dueños de las altas finanzas mantienen un fuerte poder político a través de su influencia económica (piénsese en la Federal Reserve estadounidense que maneja las finanzas del gobierno a pesar de estar controlada por privados). Todo esto nos hace comprender por qué Napoleón, de acuerdo a los hallazgos de Sven Forshufvud en 1978, fue asesinado con arsénico en su exilio en Santa Elena.

Todos estos motivos nos presentan a la caída del Imperio Napoleónico como algo mucho más profundo que unos fracasos militares y una muy comentada megalomanía, convenientemente apoyada por los enemigos de Napoleón. También nos revela que los factores económicos y financieros fueron clave en el desenlace de la Era Napoleónica, pues a fin de cuentas, de haber mantenido el apoyo financiero que llegó a tener, Napoleón se hubiera forjado otro camino.

Bibliografía:

Ang, Gonzalo. Secretos y misterios de la historia. Lo que los investigadores todavía buscan resolver. México: Reader’s Digest, 1993.

Borrego, Salvador. Supra Capitalismo. México: sin editorial, 1980.

Ellis, Elisabeth Gaynor y Anthony Esler. World History, EEUU: Pearson Prentice Hall, 2009.

Sherman, Dennos y Joyce Salisbury. The West in the World, EEUU: McGraw-Hill, 2006.








miércoles, 2 de febrero de 2011

Narcobloqueos en Guadalajara y el narcotráfico en general

Finalmente llegaron. La que alguna vez fue plaza neutral y de seguridad está, como tantas otras ciudades de México, sufriendo el flagelo del narcotráfico. El 1o de febrero del año en curso se registró por primera vez en Guadalajara los llamados narcobloqueos. Bloqueos de vías principales orquestados por la delincuencia organizada.



Siete de estos bloqueos son signo inequívoco del deterioro de la seguridad pública y del auge y posibilidades del crimen organizado. Entre la ineptitud y corrupción del gobierno (en todos los niveles), el desmedido instinto de la delincuencia y la apatía e impedimentos de la ciudadanía, la situación no parece tener posibilidades de mejoría alguna.


El principal responsable de toda esta situación es el gobierno: con su sistema neoliberal se ocupa únicamente en producir pobres (y un puñado de multimillonarios), desempleados e incultos individuos con un vacío existencial que tratarán de solventar con las drogas. Este mismo fenómeno proporciona mano de obra al narcotráfico que, aunque profesión bastante arriesgada y que augura una vida breve, paga mucho mejor que los trabajos temporales y/o con míseros sueldos que nos proporciona el neoliberalismo. Esta es la ineptitud de la clase política, que obedientemente insiste en un modelo que ha ya fracasado pero que se niegan a desechar; ceguera ante las causas de fondo o, lo que sería peor, fría indiferencia. Naturalmente, uno siempre bien pensado, la clase política es sólo estúpida y rastrera ante los dictados que llegan del exterior, pero de ninguna forma está coludida con la delincuencia misma. Imaginemos sin embargo el caso: las cantidades de dinero que produce el narcotráfico son multimillonarias, por lo que obtener una entrada extra de dinero además de mantener la vida parecerían dos buenas razones para aceptar las ofertas del narco. En lugar de caer en la corrupción, nuestro honorable gobierno (en este caso el federal) ha puesto en marcha un brillante plan para poner fin a la narcoinsurgencia y devolver el orden, la concordia y prosperidad a nuestra gran nación. El señor Calderón lanzó la guerra contra el narcotráfico, un estupendo plan para acabar con dicha plaga desde sus raíces, a fondo, pensando no sólo cinco minutos a futuro, sino a largo plazo. Un aplauso para las brillantes mentes de nuestro gobierno que, de ningún modo, incrementarán la violencia ni radicalizarán la respuesta del narco. Además el sentido común nos indica que quitando cabecillas de los carteles éstos tenderán a desaparecer, una especie de generación espontánea inversa. También el sentido común nos dice que eliminando sicarios (ya sea entre ellos mismos o mandándolos a la escuela de oficios, o sea, la cárcel), los cárteles de la droga perderán su población de abastecimiento, ya no tendrán en dónde reclutar nuevos sicarios. ¡Enhorabuena por los mexicanos que votaron por este señor tan capaz y talentoso!


La delincuencia, por su parte, simplemente hace lo que está dentro del rango de sus posibilidades: alienarse a sí misma a través de la sujeción a principios no humanos propios de un hedonismo materialista deshumanizante; es el resultado de la negación dialéctica de la razón y, a diferencia de Derechos Humanos, no es posible concebirlos como víctimas, pues por más irracionalidad, nunca será tanta como para eliminar su libertad.


La ciudadanía, finalmente, sigue consumiendo drogas y, con ello, atizando el fuego del narcotráfico. Mientras haya un mercado de consumidores, siempre habrá un proveedor o varios en disputa de dicho mercado.


Bosquejo de soluciones: primero y ante todo, debemos poner fin al sistema neoliberal que aumenta la pobreza en proporciones geométricas. En su lugar debe imperar un sistema que fomente la educación, la cultura, el empleo y la posibilidad real de recrearse como ser humano (evidentemente suena a utopía). De lograrse esto el problema tendería a desaparecer o, al menos, a reducirse enormemente. Dejando las utopías de lado, es preciso introducir la pena de muerte para todo aquel coludido de una u otra forma con el narcotráfico. Una pena de muerte sumaria y expedita. Sería estupendo pensar que basta con denunciarlos para que las autoridades los encarcelen (o maten en caso de agresiones directas), pero como ya se ha mencionada, esto sólo produce la sustitución de hombre por hombre. Unos mueren pero otros muchos están deseosos de ingresar al mundo del narcotráfico; un mundo de dinero fácil, placeres, ostentaciones de poder, un mundo al que una sociedad decadente como la nuestra bien puede colocar como meta a seguir. A esto debemos agregar que nuestros excelentes sistemas de justicia y penal no dan ningún tipo de trato especial a los narcos que acaban encerrados en México. Narcos dirigiendo su negocio desde prisión… Justicia a la mexicana. De ahí que los narcos realmente teman la extradición, pues en el país vecino carecerán de dicho trato (al menos es lo que se sabe).

jueves, 27 de enero de 2011

Sobre la Democracia

Como es ya sabido, el vocablo “democracia” viene del griego y significa “el gobierno del pueblo” (demos = pueblo y cratos = gobierno); su origen se remonta a más de 2400 años en la época de la Atenas de Pericles. Cabe apuntar que los dos más célebres pensadores de la Grecia clásica, Platón y Aristóteles, no concibieron a la democracia como la mejor forma de gobierno. De hecho, de entre las tres formas de gobierno recomendables o positivas, la democracia fue vista como la menos beneficiosa, superada por la monarquía y la aristocracia.


A pesar de ello, hoy en día se ve a la democracia como la forma de gobierno ideal, garante de la libertad de las sociedades y la forma óptima en que éstas pueden manifestar sus necesidades y deseos. Sin embargo, en sí misma, la democracia presenta varios problemas. No se diga ya si analizamos a la democracia realmente existente.



La democracia en sí misma

En sí misma, la democracia parte del supuesto de que una sociedad debe seguir el rumbo que la mayoría de sus miembros crea que es el mejor. De esta forma, la minoría debe aceptar tales decisiones y someterse a la voluntad de las mayorías. Si las minorías están de acuerdo con esto, cosa que debe asumirse en el juego democrático, la sociedad puede seguir coexistiendo como un todo armónico, al menos en cierta medida y con naturales excepciones. Pero el hecho de que la mayoría crea que algo es lo mejor para el todo, no significa que ese algo sea efectivamente lo mejor. La más absurda de las creencias puede determinar el rumbo de una sociedad por el único hecho de ser apoyada por una mayoría. En la democracia, pues, se ignora la verdad (pues bastan meras opiniones de masas) y se antepone lo cuantitativo por sobre lo cualitativo (el peso muerto de las muchedumbres termina por inclinar la balanza de los derroteros políticos). Lo maravilloso de esto, nos dicen los heraldos de la democracia, es que si la mayoría se equivoca de rumbo, siempre habrá una nueva oportunidad para, democráticamente, enmendarlo. De esta forma la sociedad se irá acercando paulatinamente, a partir del proceso de ensayo y error, a una sociedad ideal. Quizá la meta sea inalcanzable, pero tras cada paso que se dé, se estará más cerca.

Imaginemos a un pastor con su rebaño que decide guiarse por los principios de la democracia. Si la mayoría de ovejas decide ir a pastar a la orilla de un despeñadero o tierras peligrosamente cercanas al territorio de los lobos, no importará el sentido común del pastor, éste deberá someterse a la voluntad de la mayoría. Y ésta, muy probablemente, terminará en el fondo del barranco o siendo devorada por bestias hambrientas. Sabemos que las ovejas no serían tan torpes como para hacer algo así, pues su instinto de supervivencia se impondría, pero lamentablemente el hombre sí lo es. Su torpeza proverbial lo convierte en la víctima perfecta de la democracia.

La democracia realmente existente

Si la democracia en sí misma presenta claras deficiencias, imaginemos la democracia realmente existente, donde las masas están obnubiladas por un sistema de propaganda al servicio de ciertas élites; donde la gran mayoría está esclavizada por el círculo vicioso materialismo – consumismo – vacío espiritual; donde aquellas élites buscan sin miramiento alguno el binomio que las define: dinero – poder; donde la involucionada sociedad en general se pierde en las profundidades de la banalidad más superflua, fomentando la degradación del ser humano. La democracia realmente existente, como el caldo de cultivo de disolución social que es, sólo es democracia por nombre, más en esencia es una cleptocracia plutocrática.

En la democracia realmente existente, además de los cuatro grandes defectos que la permean, podemos identificar cuatro principales (que no únicos) actores, a saber: la clase política, los medios de propaganda (que por alguna “extraña” razón les siguen llamando medios informativos), las élites económicas y, desde luego, el demos, el pueblo, soberano y libre, faltaba más. La clase política es oportunista, cínica, improductiva e incompetente, además de rastrera pues, a fin de cuentas, obedecen ciegamente a los poderes internacionales. Los medios de propaganda, además de bombardear al espectador con banalidades, distorsionan y manipulan con tal te obtener una tajada. Las élites económicas carecen del más mínimo sentido ético y se limitan a ejecutar a pie juntillas la ideología capitalista neoliberal, donde la ganancia lo justifica todo. Finalmente, el pueblo, que ni hace, ni entiende y ni se entera. Migajas, circo, conformismo pasivo y apatía.

martes, 25 de enero de 2011

El Aborto

El problema del aborto tiene la característica de generar gran polémica debido, sobre todo, a la facilidad con que se polariza el debate en torno suyo. Por una parte, el considerar al aborto como una aberración, un crimen que refleja crueldad desmedida. Por otro lado, el impulsar el aborto (con o sin atenuantes) como un derecho fundamental impulsado, usualmente, desde el feminismo.


Tenemos entonces, al grupo de personas que rechazan cualquier forma de interrupción del embarazo, cuya postura se refleja en las constituciones de varios Estados del país a través de la penalización de la interrupción del embarazo. Las razones o argumentos fundamentales que sostienen esta causa son el derecho a la vida de todo ser y el valor sagrado de la vida misma. Debido a esto, el aborto es concebido como asesinato premeditado de un ser humano en potencia, es decir el feto. Aquí es donde se suele introducir el argumento religioso: el feto mismo ya posee alma, de modo que su condición de feto no niega su estatus de humano (definido por la posesión de un alma) que se adquiere una vez iniciado el embarazo. El argumento “secular” se fundamenta, en última instancia, en los conceptos aristotélicos de potencia y acto. El feto es tal en acto, pero en potencia es ya un ser humano.

El lado opuesto de la moneda es la postura sustentada en los derechos de la mujer: derecho a la seguridad y a la vida, pues un embarazo puede poner en riesgo la vida de la madre, y derecho a la libertad, ya sea de elección sobre su vida o sobre su cuerpo. En términos científicos podemos mencionar el hecho de que la penalización del aborto afecta la investigación científica con células madre, pues el feto permite su estudio y empleo en cuestiones de salud, así como la no humanidad del feto y su falta de conciencia (ambas ideas bastante dudosas). Finalmente, podemos atisbar otro argumento: el fenómeno que llamamos vida es mucho más complejo que aquello que se origina al momento de la concepción; la vida implica las condiciones sociales en que crece el niño y si estas no pueden ser óptimas, se sabe de antemano que el infante carecerá de derechos humanos fundamentales (salud, alimentación, educación o seguridad, por decir algunos).

Ahora bien, sostener que el aborto debe ser despenalizado porque los niños, una vez nacidos, pueden ser víctimas de pedofilia o vivir en condiciones de extrema pobreza y abandono, cae en el ámbito de la falacia. No es correcto rechazar el antecedente (el nacimiento de un niño) a partir de un consecuente hipotético (dicho niño podría ser pobre, víctima de abusos, etc.) Para evitar estos males que, evidentemente, abundan en nuestra sociedad contemporánea, se debe combatir (o legislar) en otros ámbitos, como la erradicación de la pobreza, la educación sexual y fomentar una sociedad con valores. Mas querer evitar esto despenalizando el aborto, significa no atacar el problema verdadero. Si en verdad fuera este el motivo de la despenalización del aborto, sería mucho más efectivo el proceso de esterilización masivo en base al estrato socioeconómico, pero, evidentemente, no es la solución. Esta línea argumentativa lleva en su seno cierta hipocresía: una verdadera preocupación por las paupérrimas condiciones socioeconómicas de una gran parte de la población mundial y una verdadera intensión de solucionar dichas condiciones, no se solucionan con la despenalización del aborto.

En cambio, el argumento respecto a los derechos de la mujer parece mucho más sólido y da pie al inicio del debate de fondo: ¿Qué vida es más valiosa? Desde el punto de vista médico vale más la vida de la madre que la del ser en gestación. Desde el punto de vista religioso, todas las vidas poseen el mismo valor. ¿El derecho de quién debe ser respetado? ¿El derecho a la madre a tomar una decisión que impactará en su vida y en la del niño por venir? ¿El derecho a la vida que posee un feto? Bástenos visualizar esto: de seguir penalizado el aborto, las mujeres (miles de ellas, si no millones) seguirán practicando abortos clandestinos (como hasta ahora) en los que muere la criatura recién concebida y (en muchas ocasiones) la madre misma. Si la mujer se encuentra en una condición económica privilegiada, puede viajar a EEUU (o a cualquier lugar en que sea legal) a practicarse un aborto bajo condiciones higiénicas óptimas y con procedimientos modernos. Es decir, el objetivo de la penalización del aborto no se logra: las mujeres siguen abortando. Y además, también mueren muchas mujeres durante el aborto.

Imaginemos ahora que el aborto es despenalizado. ¿Cuántas mujeres abortarían debido a un embarazo no deseado producto de promiscuidad sexual? ¿Cuántas mujeres (adolecentes ellas) verían el aborto como una mera solución al problema parido por la calentura? ¿No es en este caso, otra vez, la despenalización una tapadera a otro problema mayor: la falta de educación sexual y una sociedad hedonista e irreflexiva?

Reflexionemos sobre lo siguiente: ¿Qué clase de principios deben sustentar las leyes de un Estado laico? ¿Principios religioso o principios fundamentados en la razón? Me parece que la opción más apropiada, y dejando las posturas religiosas como algo íntimo, personal e intransferible, es precisar bajo qué condiciones el aborto debe ser despenalizado (violación, enfermedades congénitas, riesgo en la salud de la madre) y, mientras no sea posible dar ayuda económica real, efectiva y sin burocracias a las mujeres que recién han concebido, despenalizar el aborto en las primeras semanas de gestación. Paralelo a esto (de otra forma la iniciativa sería producto de una falta de perspectiva) se debe incrementar la educación sexual y buscar medios efectivos para combatir a la pobreza extrema. La despenalización no debería ser vista como solución, ni como práctica permanente y habitual, sino como medida transitoria ante una sociedad decadente.