Mutemuia, que dio a luz al faraón Amenofis III alrededor de 1400 años antes de Cristo, la madre – virgen de Gilgamesh (2650 años a.C.). Dafné, madre de Perseo. Rómulo y Remo, también paridos por un virgen. Ixquic, madre virgen de Hunahpu e Ixbalanqué, los gemelos del Popol Vuh. Maia, que engendró a Buda. Hermes, Dionisos, Adonis, Agni, Mitra, Krishna… Todos hijos de madres vírgenes.
Bueno, quizá no importe si su madre era o no virgen; lo que importa es el gran mensaje que nos vino a dar y, por ello, hemos de celebrar su nacimiento que acaeció entre el 24 y el 25 de diciembre hace poco más de dos mil años. ¿O no fue así? Porque antes de la venida de Jesús al mundo, los latinos ya celebraban la Saturnalia, una festividad en honor al “regreso del Sol invictus” o, como diríamos hoy día, el solsticio de invierno que es, precisamente, el 25 de Diciembre: las noches se van haciendo más cortas y los días más largos. ¡Vaya coincidencia entre las fiestas de los romanos y los designios de Dios! Curiosamente, una vez que el cristianismo se impone como institución de poder y control, obtuvo un gran beneficio al mantener las mismas fechas para celebrar, sólo que cambiando algunos nombres (en lugar de Sol invictus, Jesús de Nazaret, por ejemplo).
Tampoco deja de ser curioso que en una gran cantidad de mitos anteriores al cristianismo se hable de señales celestes, magos y reyes visitantes, pastores, ángeles cantores, animales benefactores, un rey persiguiendo al niño divino… Buda, Krishna, Mitríades, Julio César, Enéas, Confucio, Moisés. Bueno, no importa si la natividad es sólo un mito del cristianismo, no deja de ser un bello mito por todo lo que hoy significa.
Que el índice de suicidios se dispara en estas épocas navideñas; que es una época de consumismo, dónde se le rinde culto al dios dinero; que más que dar amor, se espera recibir presentes materiales; que lo poco que queda de aquel mito de la natividad se va diluyendo en la grotesca mercadotecnia del regordete Santa Claus; que las reflexiones se limitan al “cómo saldré adelante el próximo año” o “bebamos y comamos que el Guadalupe-Reyes se nos va”…
La navidad no es más que otro momento para evadir nuestra realidad y celebrar nuestra miseria en el consumismo, el hedonismo, la superficialidad… Máscaras de alegría para una sociedad que necesita nuevos mitos.
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