miércoles, 2 de febrero de 2011

Narcobloqueos en Guadalajara y el narcotráfico en general

Finalmente llegaron. La que alguna vez fue plaza neutral y de seguridad está, como tantas otras ciudades de México, sufriendo el flagelo del narcotráfico. El 1o de febrero del año en curso se registró por primera vez en Guadalajara los llamados narcobloqueos. Bloqueos de vías principales orquestados por la delincuencia organizada.



Siete de estos bloqueos son signo inequívoco del deterioro de la seguridad pública y del auge y posibilidades del crimen organizado. Entre la ineptitud y corrupción del gobierno (en todos los niveles), el desmedido instinto de la delincuencia y la apatía e impedimentos de la ciudadanía, la situación no parece tener posibilidades de mejoría alguna.


El principal responsable de toda esta situación es el gobierno: con su sistema neoliberal se ocupa únicamente en producir pobres (y un puñado de multimillonarios), desempleados e incultos individuos con un vacío existencial que tratarán de solventar con las drogas. Este mismo fenómeno proporciona mano de obra al narcotráfico que, aunque profesión bastante arriesgada y que augura una vida breve, paga mucho mejor que los trabajos temporales y/o con míseros sueldos que nos proporciona el neoliberalismo. Esta es la ineptitud de la clase política, que obedientemente insiste en un modelo que ha ya fracasado pero que se niegan a desechar; ceguera ante las causas de fondo o, lo que sería peor, fría indiferencia. Naturalmente, uno siempre bien pensado, la clase política es sólo estúpida y rastrera ante los dictados que llegan del exterior, pero de ninguna forma está coludida con la delincuencia misma. Imaginemos sin embargo el caso: las cantidades de dinero que produce el narcotráfico son multimillonarias, por lo que obtener una entrada extra de dinero además de mantener la vida parecerían dos buenas razones para aceptar las ofertas del narco. En lugar de caer en la corrupción, nuestro honorable gobierno (en este caso el federal) ha puesto en marcha un brillante plan para poner fin a la narcoinsurgencia y devolver el orden, la concordia y prosperidad a nuestra gran nación. El señor Calderón lanzó la guerra contra el narcotráfico, un estupendo plan para acabar con dicha plaga desde sus raíces, a fondo, pensando no sólo cinco minutos a futuro, sino a largo plazo. Un aplauso para las brillantes mentes de nuestro gobierno que, de ningún modo, incrementarán la violencia ni radicalizarán la respuesta del narco. Además el sentido común nos indica que quitando cabecillas de los carteles éstos tenderán a desaparecer, una especie de generación espontánea inversa. También el sentido común nos dice que eliminando sicarios (ya sea entre ellos mismos o mandándolos a la escuela de oficios, o sea, la cárcel), los cárteles de la droga perderán su población de abastecimiento, ya no tendrán en dónde reclutar nuevos sicarios. ¡Enhorabuena por los mexicanos que votaron por este señor tan capaz y talentoso!


La delincuencia, por su parte, simplemente hace lo que está dentro del rango de sus posibilidades: alienarse a sí misma a través de la sujeción a principios no humanos propios de un hedonismo materialista deshumanizante; es el resultado de la negación dialéctica de la razón y, a diferencia de Derechos Humanos, no es posible concebirlos como víctimas, pues por más irracionalidad, nunca será tanta como para eliminar su libertad.


La ciudadanía, finalmente, sigue consumiendo drogas y, con ello, atizando el fuego del narcotráfico. Mientras haya un mercado de consumidores, siempre habrá un proveedor o varios en disputa de dicho mercado.


Bosquejo de soluciones: primero y ante todo, debemos poner fin al sistema neoliberal que aumenta la pobreza en proporciones geométricas. En su lugar debe imperar un sistema que fomente la educación, la cultura, el empleo y la posibilidad real de recrearse como ser humano (evidentemente suena a utopía). De lograrse esto el problema tendería a desaparecer o, al menos, a reducirse enormemente. Dejando las utopías de lado, es preciso introducir la pena de muerte para todo aquel coludido de una u otra forma con el narcotráfico. Una pena de muerte sumaria y expedita. Sería estupendo pensar que basta con denunciarlos para que las autoridades los encarcelen (o maten en caso de agresiones directas), pero como ya se ha mencionada, esto sólo produce la sustitución de hombre por hombre. Unos mueren pero otros muchos están deseosos de ingresar al mundo del narcotráfico; un mundo de dinero fácil, placeres, ostentaciones de poder, un mundo al que una sociedad decadente como la nuestra bien puede colocar como meta a seguir. A esto debemos agregar que nuestros excelentes sistemas de justicia y penal no dan ningún tipo de trato especial a los narcos que acaban encerrados en México. Narcos dirigiendo su negocio desde prisión… Justicia a la mexicana. De ahí que los narcos realmente teman la extradición, pues en el país vecino carecerán de dicho trato (al menos es lo que se sabe).

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