martes, 3 de julio de 2012

Elecciones 2012


Asombro y perplejidad. Pero muy en el fondo, no hay sorpresa. De algún modo, el resultado de las elecciones 2012 se veía venir. Quizá solo era wishful thinking lo que alimentaba la esperanza de muchos.

Primero lo bueno: el PAN fracasó como cuando era un partidito insignificante en pleno priato. Su hipocresía y pseudo oposición, su continuidad al nefasto neoliberalismo, su indiferencia empresarial ante un pueblo miserable, su corrupción y fraudulento modus operandi. Por todo esto, su fracaso y enorme retroceso en las recientes elecciones. ¡Bien merecido!

Ahora lo malo: el Partido Revolucionario Institucional fue el ganador de las elecciones. Y solo concibo dos explicaciones ante semejante infortunio: o hubo un meticuloso y quirúrgico fraude o la mayoría de los votantes (casi 19 millones) son: o a) desmemoriados, o b) estúpidos, o c) valemadristas, o d) una lamentable combinación de todas las anteriores.

Aunque es cierto que hubo múltiples irregularidades (robo de urnas, balaceras, secuestro de representantes de casilla, relleno de urnas, compra de votos, rompimiento de la veda electoral, acarreados) el día de los comicios, ya desde las encuestas parciales, sin rigor y con información incompleta que creaba tendencias ficticias así como con los grandes gastos de campaña de Enrique Peña Nieto (EPN), podíamos pronosticar el nefasto resultado de las elecciones: la vuelta del PRI a Los Pinos. Más allá de esto, no hay elementos reales para hablar de un fraude como el del 2006 (al menos no todavía), por lo que debemos buscar explicaciones parciales a la tragedia nacional a partir de los votantes que sufragaron por “el niño telenovela”, que aun “sin tener ningún talento político significativo” y ser “intelectualmente débil” [http://www.spiegel.de/politik/ausland/enrique-pena-nieto-gewinnt-praesidentschaftswahl-in-mexiko-a-842004.html], es virtual presidente electo.

Opción A. Los casi 19 millones de votantes que sufragaron por EPN no recuerdan la masacre del 68 ordenada por un gobierno priísta; tampoco recuerdan la matanza del Jueves de Corpus en el 71. Han olvidado las recurrentes crisis económicas desde López Portillo hasta Zedillo que afectan al pueblo, mientras unos cuantos se benefician. Tampoco recuerdan los magnicidios de los 90’s, ni los innumerables casos de corrupción. Las instituciones que se vanaglorian de haber creado son auténticas cloacas de corrupción e ineficiencia. Se apropiaron de los sindicatos. Acteal, Aguas Blancas, Atenco. El FOBAPROA. Los fraudes electorales como en el 88. Sin embargo, no creo que estos votantes no sepan lo que ha hecho el PRI cuando ha sido gobierno. Por ello debemos considerar otra opción.

Opción B: estúpidos. Solo la estupidez (dificultad y gran lentitud para comprender las cosas – The Free Dictionary) puede explicar que la gente haya decidido votar por un partido corrupto y un candidato sin la estatura intelectual y la solvencia moral que la embestidura demanda. Solo la estupidez podría hacer que alguien decidiera ignorar los más de setenta años de historia a cambio de migajas: aquellos que vendieron su voto a cambio de despensa o tarjetas “prepago”; aquellos acarreados que carecen de criterio; aquellos “críticos” guiados por un “espíritu intelectual” que anularon su voto; aquellos peleles que esperan empleo a cambio del voto (y quién sabe qué más); aquellos (aquellas, realmente) que votaron por la “actriz” primera dama; y, desde luego, aquellos que realmente creen que EPN hará algo por la nación (supongo que los debe haber). Por toda esta gran masa de ignorantes, los restantes 90 millones de mexicanos nos habremos de chingar…


Opción C. Pero hay una tercera opción que, me parece, se mezcla y hasta confunde con la anterior. Aquellos que, dicho muy mexicanamente, les viene valiendo madre. Ya sea porque carecen de criterio y piensan que eso de la política les es ajeno, o ya sea porque para qué tomarse la molestia si el sistema es corrupto y un voto no va a cambiar nada (noticias para estos ingenuos: los casi 30 millones que piensan como tú pudieron haber cambiado el resultado), o incluso porque dentro de su infinita sabiduría saben que no importa quien gane las elecciones, el país seguirá igual (por alguna razón me recuerdan a los creacionistas, los evangelistas, y todos aquellos fundamentalistas que no entienden de libre albedrio y voluntad). Por todo esto, es difícil negar que el valemadrismo es una variación de la estupidez, pues a final de cuentas, el típico valemadrista (aquel que ante sí mismo se ve como alguien de amplio criterio y por encima de las masas) simplemente no comprende las cosas y se empecina en creer que sí lo hace.

Opción D. Después de los hechos del 1º de julio, habremos de concluir que fue la combinación de las dos últimas opciones lo que terminó por hacer naufragar la esperanza de que algo, por poco y pequeño que fuera, pudiera cambiar en relación a los doce años perdidos con los gobiernos panistas.

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