Asombro y perplejidad. Pero muy en el fondo, no hay sorpresa. De algún modo, el
resultado de las elecciones 2012 se veía venir. Quizá solo era wishful thinking
lo que alimentaba la esperanza de muchos.
Primero lo bueno: el PAN fracasó como cuando era un
partidito insignificante en pleno priato. Su hipocresía y pseudo oposición, su
continuidad al nefasto neoliberalismo, su indiferencia empresarial ante un
pueblo miserable, su corrupción y fraudulento modus operandi. Por todo esto, su
fracaso y enorme retroceso en las recientes elecciones. ¡Bien merecido!
Ahora lo malo: el Partido Revolucionario Institucional fue
el ganador de las elecciones. Y solo concibo dos explicaciones ante semejante
infortunio: o hubo un meticuloso y quirúrgico fraude o la mayoría de los
votantes (casi 19 millones) son: o a) desmemoriados, o b) estúpidos, o c)
valemadristas, o d) una lamentable combinación de todas las anteriores.
Aunque es cierto que hubo múltiples irregularidades (robo de
urnas, balaceras, secuestro de representantes de casilla, relleno de urnas,
compra de votos, rompimiento de la veda electoral, acarreados) el día de los
comicios, ya desde las encuestas parciales, sin rigor y con información
incompleta que creaba tendencias ficticias así como con los grandes gastos de
campaña de Enrique Peña Nieto (EPN), podíamos pronosticar el nefasto resultado
de las elecciones: la vuelta del PRI a Los Pinos. Más allá de esto, no hay
elementos reales para hablar de un fraude como el del 2006 (al menos no
todavía), por lo que debemos buscar explicaciones parciales a la tragedia
nacional a partir de los votantes que sufragaron por “el niño telenovela”, que
aun “sin tener ningún talento político significativo” y ser “intelectualmente
débil” [http://www.spiegel.de/politik/ausland/enrique-pena-nieto-gewinnt-praesidentschaftswahl-in-mexiko-a-842004.html],
es virtual presidente electo.
Opción A. Los casi 19 millones de votantes que sufragaron
por EPN no recuerdan la masacre del 68 ordenada por un gobierno priísta; tampoco
recuerdan la matanza del Jueves de Corpus en el 71. Han olvidado las
recurrentes crisis económicas desde López Portillo hasta Zedillo que afectan al
pueblo, mientras unos cuantos se benefician. Tampoco recuerdan los magnicidios
de los 90’s, ni los innumerables casos de corrupción. Las instituciones que se
vanaglorian de haber creado son auténticas cloacas de corrupción e ineficiencia.
Se apropiaron de los sindicatos. Acteal, Aguas Blancas, Atenco. El FOBAPROA. Los
fraudes electorales como en el 88. Sin embargo, no creo que estos votantes no
sepan lo que ha hecho el PRI cuando ha sido gobierno. Por ello debemos
considerar otra opción.
Opción B: estúpidos. Solo la estupidez (dificultad y gran
lentitud para comprender las cosas – The Free Dictionary) puede explicar que la
gente haya decidido votar por un partido corrupto y un candidato sin la
estatura intelectual y la solvencia moral que la embestidura demanda. Solo la
estupidez podría hacer que alguien decidiera ignorar los más de setenta años de
historia a cambio de migajas: aquellos que vendieron su voto a cambio de
despensa o tarjetas “prepago”; aquellos acarreados que carecen de criterio;
aquellos “críticos” guiados por un “espíritu intelectual” que anularon su voto;
aquellos peleles que esperan empleo a cambio del voto (y quién sabe qué más); aquellos (aquellas,
realmente) que votaron por la “actriz” primera dama; y, desde luego, aquellos que
realmente creen que EPN hará algo por la nación (supongo que los debe haber). Por toda esta gran masa de
ignorantes, los restantes 90 millones de mexicanos nos habremos de chingar…
Opción C. Pero hay una tercera opción que, me parece, se
mezcla y hasta confunde con la anterior. Aquellos que, dicho muy mexicanamente,
les viene valiendo madre. Ya sea porque carecen de criterio y piensan que eso
de la política les es ajeno, o ya sea porque para qué tomarse la molestia si el
sistema es corrupto y un voto no va a cambiar nada (noticias para estos
ingenuos: los casi 30 millones que piensan como tú pudieron haber cambiado el
resultado), o incluso porque dentro de su infinita sabiduría saben que no importa
quien gane las elecciones, el país seguirá igual (por alguna razón me recuerdan
a los creacionistas, los evangelistas, y todos aquellos fundamentalistas que no
entienden de libre albedrio y voluntad). Por todo esto, es difícil negar que el
valemadrismo es una variación de la estupidez, pues a final de cuentas, el
típico valemadrista (aquel que ante sí mismo se ve como alguien de amplio criterio
y por encima de las masas) simplemente no comprende las cosas y se empecina en
creer que sí lo hace.
Opción D. Después de los hechos del 1º de julio, habremos de
concluir que fue la combinación de las dos últimas opciones lo que terminó por
hacer naufragar la esperanza de que algo, por poco y pequeño que fuera, pudiera
cambiar en relación a los doce años perdidos con los gobiernos panistas.
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