viernes, 20 de diciembre de 2013

Sobre la epistemología kantiana



El criticismo, en términos generales, puede definirse como “la posición filosófica general que, considerando que el conocimiento es posible, trata de dar razones y de establecer rigurosamente los fundamentos del mismo” (Martínez Liébana, 1999, p. 115). En Kant, el criticismo asume la forma de una epistemología contraria a Hume y su escepticismo fundado en el empirismo moderno. La importancia histórica de esta nueva propuesta filosófica consiste en que la razón termina por volcarse hacia sí misma, antes de volcarse al mundo, cognoscible o no. Aunque ya Descartes y Locke habían comprendido esto, es Kant quien culmina esta característica del pensamiento moderno, sentando las bases para un nuevo modo de filosofar. El mismo Kant estaba consciente de la revolución copernicana que significaba el análisis de la razón que emprendió en la Crítica de la Razón Pura, y lo describió así:
Por tal no entiendo una crítica de los libros y de los sistemas, sino de la facultad de la razón en general, respecto de todos los conocimientos a que ésta puede aspirar independientemente de toda experiencia; por lo tanto, la crítica resuelve la posibilidad o imposibilidad de una metafísica en general, y determina, no sólo las fuentes, sino también la extensión y límites de la misma; todo ello, empero, por principios. (Kant, 1998, p. 6)

Como ya se mencionó, Kant elaboró su epistemología a partir de lo realizado por Hume, tratando de superar su escepticismo; sin embargo, esto no significa que acepte la posibilidad del conocimiento sin experiencia. Kant deberá rescatar la experiencia como fuente del conocimiento, pero sin caer en el escepticismo absoluto en que desembocó la postura humeana. Por una parte, hay juicios cuyo predicado no aporta nada al sujeto y Kant los llama analíticos; estos juicios no amplían nuestro conocimiento. Por otra parte hay juicios cuyo predicado no está presente en el sujeto, y serán los juicios que construyan nuestro conocimiento; a ellos los llamó juicios sintéticos. También distinguió entre un juicio a priori, aquel que no requiere de la experiencia, y un juicio a posteriori, el cual requiere de la experiencia. Pero a partir de aquí Kant se irá separando de lo propuesto por Hume, al afirmar que existen los juicios sintéticos a priori (juicios que crean nuevo conocimiento y que no dependen de la experiencia). De existir este tipo de juicios, deberemos de reconocer que “aunque la experiencia sensible es una condición necesaria del conocimiento, no es una condición suficiente” (Hartnack, p. 21). Una aserción sintética a priori significará un conocimiento universalmente válido, de acuerdo a la naturaleza humana, y necesariamente verdadero, pues cae en el ámbito de la lógica, es decir, no es falseable.

Para estudiar este tipo de juicios, Kant estudiará en la estética trascendental si acaso son posibles los juicios sintéticos a priori en las matemáticas; en la analítica trascendental si son posibles los juicios sintéticos a priori en la física y, finalmente, en la dialéctica trascendental, si son posibles los juicios sintéticos a priori en la metafísica. Este será el programa eje de la Crítica de la Razón Pura. Tras establecer las dos intuiciones puras de la razón, el espacio y el tiempo, Kant afirma que juicios tales como “7+5=12” o “una línea recta es la distancia entre dos puntos”, son juicios sintéticos a priori. Éste último sustentado en la intuición pura del espacio, y aquél otro, en la del tiempo. A su vez, los principios lógicos que constituyen las categorías del entendimiento, nos permiten construir juicios sintéticos a priori tales como “la cantidad de materia de un objeto es constante” o “la fuerza que ejerce un cuerpo sobre otro es igual a la fuerza que el segundo ejerce sobre el primero”.

En cuanto a los juicios sintéticos a priori en la metafísica, Kant nos dirá que no son posibles, sin embargo, tendemos a insistir en ellos, a pesar de carecer de intuiciones al respecto. A esto es a lo que Kant llamó ilusiones trascendentales, y son el efecto de la constitución misma de la razón pura, que Kant explicó así:
“en nuestra razón (considerada subjetivamente, como una facultad humana de conocer) hay reglas fundamentales y máximas de su uso, que tienen la autoridad de principios objetivos, por donde sucede que la autoridad subjetiva de un cierto enlace de nuestros conceptos, para el entendimiento, es tomada por una necesidad objetiva de la determinación de las cosas en sí mismas.” (Kant, p. 167)

Esta necesidad del hombre por objetivar la metafísica se da por tres raciocinios dialécticos o sofismas: el paralogismo trascendental que infiere la absoluta unidad del sujeto a partir de su concepto; la antinomia, que infiere “la unidad incondicionada de las condiciones objetivas en el fenómeno” (Kant, p. 196); finalmente, el ideal, que infiere la existencia de causas no causadas, apegándonos a su expresión aristotélico-tomista.

Fuentes
Hartnack, Justus (2006). Teoría del conocimiento de Kant (9ª ed.). Madrid: Cátedra.
Kant, Immanuel (1998). Crítica de la razón pura. México: Editorial Porrúa.
Martínez Liébana, Ismael (1999). Fundamentos de Filosofía (1ª ed.). Madrid: ONCE.

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