jueves, 12 de noviembre de 2009

Sobre las prácticas absurdas e irracionales

Entrada no tan breve. Uno de los “cientos” de comentarios dejados me ha invitado a reflexionar sobre el por qué etiquetar como absurdo e irracional un fenómeno social dado. Considero que la afirmación que no va acompañada de argumento se queda en el limbo de las opiniones, por ello, es prioritario insertar una breve argumentación al respecto.


No con facilidad se tilda de absurda e irracional una práctica social, pues como muchas (que no todas) de las prácticas institucionalizadas forman un eje que conforma y estructura a nuestra sociedad. Sin embargo, desde luego que se ha vuelto una práctica superficial y alejada de su finalidad intrínseca, lo cual, por definición es absurdo. Realizar la acción "x" con la finalidad declarada de alcanzar el objetivo "y" a pesar de saber que dicho objetivo no se alcanza a través de "x"… Esto es absurdo. ¿Qué ser es aquel que recorre un camino esperando alcanzar un punto fijo, aun sabiendo que dicho punto no es el destino del camino elegido? El ser que se guía por el rumbo de la manada ignorando a la razón. Como decía Sartre, el pensamiento de grupo es en sí mismo la renuncia a la razón.

¿Cuáles son estas prácticas institucionalizadas? El matrimonio es una, pero ahí está su contraparte, el divorcio; las múltiples celebraciones huecas y banales (desde navidad hasta… el día del “trabajo”); la religión; la tolerancia; las buenas maneras… En fin, ya habrá tiempo de abordarlas y analizarlas. El punto es que el ser humano ha perdido el sentido de orientación al verse rodeado por este constructo imaginario que lo irracionaliza, además de cosificarlo y entumecerle el sentido heroico de la existencia. Y todo esto, si nos preguntamos por el verdadero sentido del Hombre y de su Ser, es muestra de irracionalidad, de, como diría Oswald Spengler, la decadencia de Occidente (no porque Oriente esté mejor, sino por el eterno eurocentrismo). Pero ya habrá tiempo (también) de acercarnos a ese verdadero sentido del Hombre y de su Ser.

¿Uno de los efectos de estas prácticas institucionalizadas? La tolerancia: uno de los más terribles males de nuestro tiempo. Toleremos esto, aquello y lo otro, pues su postura es tan válida como cualquier otra. ¡Subjetivicemos al mundo, pues en gustos se rompen géneros! El mundo es objetivo en sí mismo, es nuestra mirada temerosa, cobarde o superficial la que crea el maremágnum de opiniones, y, no faltaba más, una justificación para cada una. De ahí la necesidad de describir al mundo, de desnudarle en su miseria. De acercarse fenomenológicamente a lo que es, y dejar de lado aquello que está minando el verdadero sentido del Hombre y de su Ser.

1 comentario:

  1. Gracias por referirte a la tolerancia, hoy en día somos pocos los intelerantes hacia la propia tolerancia. Considero un mal generacional mas arraigado ahora en estos tiempos gracias a la explosión de falsa emotividad que nos brindan los medios masivos de comunicación, que como dardos de feria intencionalmente atinan a las masas vulnerables en educación y completamente faltas de autocriterio.
    Qué de malo en ser superiores? qué de malo en ser inferiores? porque la modestia es el peor pecado? tolerar hoy no es cruzar los brazos solamente y dar la espalda, es sobajarte al pensamiento de los menos pensantes, es desvalidarte ante los desvalidos, es hablar el mismo idioma de los que no hablan el propio, no es eso desidentificarte? arrancar tu identidad y pisotearla? solo por "tolerar". Tolerar es equivalente a reflejarte en el prójimo por encajar en un estado social de fraternidad, unión y familiaridad. Un error histórico es intentar el bien común sin la distinción educativa, cultural y no digamos genética que nos caracteriza, una verdadera utopía e irrealidad cuya herramienta principal es la tolerancia, escudo manchado de excremento que seguimos poníéndolo delante de los ojos cínicos que excrutan en todos los movimientos que hacemos y que comunmente llamamos "conciencia". La tolerancia, en fin nos llavará a una lucha sin sentido (y mas sin final) de clases. en palabras de Feder Gottfield "no sigamos destruyendo el espíritu humano"

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